Una popular camiseta para chicas reza: “No soy una princesa, soy una Khaleesi”. El personaje de Danaeris Targaryen en Juego de tronos es una súper mujer: incombustible, madre de dragones, reina y comandante de un ejército. Sin embargo, los personajes masculinos de la serie, o bien son malvados, o tienen serios problemas físicos o psíquicos, o están muertos. No es casualidad. El concepto de hombre está en crisis. Pero, ¿qué es ser hombre? En su libro Reconstruir la masculinidad, el psicólogo Roland Levant explica cómo el modelo tradicional masculino consistía en: “Evitar la feminidad, refrenar las emociones, separar el sexo de la intimidad, perseguir el éxito y el estatus, autosuficiencia, fuerza, agresión y homofobia».
Del metrosexual al ubersexual
Los roles tradicionales del varón provienen de un pasado mucho más inseguro y violento, en el que la guerra era habitual y las mujeres eran una propiedad, como el ganado. Por supuesto, este modelo masculino se corresponde con otro femenino de debilidad, sumisión y pasividad, incompatible con el mundo de hoy. En el siglo XXI, a medida que las mujeres han ganado en libertad e independencia, ellos se encuentran cada vez más perdidos.
Los estereotipos masculinos de antes ya no valen. Los superhéroes son unos señores en mallas que solucionan todos sus problemas a mamporros en lugar de negociar. Los políticos son codiciosos, los banqueros, despiadados, los playboys, ridículos. Según Levant, el hombre actual está abocado al conflicto entre una tradición que le pide que sea agresivo y dominante, y una realidad que no tolera ya esos comportamientos. Pasarse al otro lado y apostar por la debilidad y la sumisión tampoco parece deseable. Según Robert Glover, autor de No More Mr. Nice Guy, los varones que se obsesionan por ser sumisos complacientes con sus parejas y concederles todo lo que piden, incluso a costa de olvidar sus propias necesidades, no solo salen perdiendo en el trato, sino que suelen ser abandonados por ellas, porque la debilidad no es atractiva.
Para encontrarse a sí mismo, el nuevo hombre ha tenido que pasar por una fase de cremas antiarrugas y calzoncillos de marca. En 2003, la publicista Marian Salzman acuñó el término “metrosexual”, que dio la vuelta al mundo. Este prototipo, personificado en el futbolista David Beckham, era alguien que no tenía miedo a gastar en tratamientos de belleza y ropa de diseño. De este modo se apropiaba de características tradicionalmente homosexuales, como el culto al cuerpo y a la estética. Conscientes de que lo viril no puede reducirse a la cosmética, y que el modelo metrosexual es esencialmente narcisista, en su estudio de 2013, Salzman propone un nuevo modelo: el übersexual, a quien le importan más las relaciones humanas que su propia imagen, que se cuida y se viste bien por sí mismo, no por lo que digan las modas. ¿El modelo ideal? El actor George Clooney.
Esto no quiere decir que la imagen sea poco importante. La presión de tener un cuerpo perfecto es casi tan grande como en el caso de las mujeres. En solo 15 años se han duplicado los trastornos alimentarios en hombres, y son los protagonistas del 15% de operaciones de cirugía estética.
En las familias, el hombre está abandonando su papel de único proveedor. Según Eurostat, la media Europea muestra que un 62% de las mujeres tienen empleo, frente a un 74% de los hombres. Leyes inteligentes están ayudando a repartir las tareas en los hogares. En Suecia, la baja de maternidad se repartía entre padres y madres; sin embargo, las mujeres tomaban la mayor parte. En 1995 la ley cambió, y si los padres no usan el tiempo de baja, la familia lo pierde.
Entre las sábanas, de nuevo se observan movimientos pendulares. Del desinterés por el placer femenino se ha pasado a la popularidad de libros como She Comes First, destinado a que los hombres proporcionen orgasmos de forma infalible. Además, la presión por “cumplir” ha provocado un aumento en las consultas médicas por disfunciones sexuales. Una versión equilibrada del sexo se centra en la comunicación.
No hace falta tirar a la basura todos los rasgos del hombre tradicional. La fuerza y la resolución son cualidades deseables. En definitiva, ser un buen hombre es también ser una buena persona.
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