Los gatos domésticos son unos salvajes. No del estilo de las ardillas que roban los huevos a los cuervos en cuanto se descuidan, ni de la ralea de los cuervos que atrapan al vuelo las crías de ardilla desprevenidas. No. Los gatos domésticos cazan cuando tienen hambre y cuando están saciados. No en vano están entre las cien peores especies invasoras en la lista de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la organización que se ha hecho famosa por su lista de especies en peligro de extinción.

Las malas lenguas dicen que son responsables de la muerte de miles de millones de pajarillos, pequeños mamíferos, reptiles y lagartos cada año. Y cada vez son más numerosos. Según el recuento que el Ministerio de Medio Mabiente encargó el año pasado, hay 430.000 gatos domésticos registrados en nuestro país. Y se quedan cortos, pues seis comunidades autónomas no aportaron datos.

El debate de si deberíamos dejarlos salir a las calles no es la prioridad del Gobierno español, pero sí es un asunto que está generando una gran controversia en Estados Unidos. Para el experto en aves Peter Marra, el debate se ha convertido en una cruzada. Su Biblia es su libro inédito en España Cat Wars: Consequences of a Cuddly Killer (La guerra de los gatos: las consecuencias de un asesino mimoso, en español).

El texto, escrito en colaboración con el periodista Chris Santella, caracteriza a los felinos como “otra forma de contaminante medioambiental… como el DDT”. Su recuento de bajas es alarmante. “En Estados Unidos, mueren más pájaros y mamíferos en la boca de los gatos que a causa de las turbinas de los molinos de viento, atropellados por coches, por pesticidas y venenos, a consecuencia de colisiones con rascacielos y ventanas, y debido a otras causas antropogénicas combinadas”, recuentan en el texto.

Por eso pide que los propietarios de las mascotas no dejen salir a los felinos de sus casas. Incluso habla de eutanasia. Las autoridades no han llegado tan lejos, pero en Estados Unidos existe un protocolo por el que se recoge a los gatos que pasean en grupos por la calle, los esterilizan, los vacunan contra la rabia y los vuelven a soltar. Quizá no es un mal planteamiento… para el beneficio de la conservación.

Redacción QUO