La vida salvaje florece en cada rincón. Algunas especies, como la bacteria Lactobacillus johnsonii, lo hacen en animales domésticos –el perro, en su caso–; otras, en conductos y tuberías; otras en los climas húmedos y sombríos… Incluso las hay que viven y se reproducen en los folículos de nuestra piel, como es costumbre entre los ácaros faciales.
Microorganismos en casa
