Aunque casi siempre se presenta como una galería variopinta de posturas sexuales, el Kamasutra contiene una concepción de la sexualidad y del erotismo mucho más compleja y muy desarrollada. Autores como Ester Masso Guijarro, de la Universidad de Granada, o el psicólogo Fernando Villadangos reclaman el reconocimiento de esta obra como una de las primeras impulsoras del feminismo. “En sus páginas, el Kamasutra incide en lo femenino y en la experiencia sexual femenina promoviendo una vivencia del sexo esencialmente femenina (lenta, meditativa, incitadora de una mayor contención en la sexualidad masculina a través del aprendizaje y disociando orgasmo y eyaculación)”, dice Masso Guijarro en su ensayo sobre La sexualidad femenina. Y recuerda uno de sus textos: “El cuerpo de la mujer es todo sexual, y salvo que todo su cuerpo empiece a temblar de placer, que cada célula de su cuerpo esté involucrada, no podrá tener una explosión orgásmica”. En el tantra, explica Masso, la mujer es el centro, es la poderosa, es la maestra, es la diosa… invirtiéndose los roles de poder y dominación tradicionales.
Villadangos recuerda que este libro sagrado escrito entre los siglos I a V de nuestra era solo habla de posturas en uno de sus siete capítulos, aunque sea el más conocido en nuestra cultura occidental. “Es una muestra más del gran desconocimiento de la obra en cuestión, que da mucho más valor a otras formas eróticas de disfrutar mutuamente y del placer sexual en la relación de pareja (besos, abrazos, masajes y caricias, sexo oral…) resaltando la importancia del placer de la mujer y de su satisfacción erótica y sexual para la felicidad de la pareja”.
Estos conceptos, que en pleno siglo XXI pueden parecer bastante evidentes, ya fueron planteados en la cultura hindú a través de esta y otras obras hace más de quince siglos. Sin embargo, la sexualidad femenina, más allá de los meros aspectos reproductivos, ha sido negada y censurada hasta hace bien poco en nuestra cultura occidental.