El año pasado produjimos 20.000 botellas y lo vendimos todo, y este año hemos sacado 40.000 y ya está todo adjudicado”, me comenta Ruth Rodríguez, enóloga de Bodegas Izadi, en La Rioja. Y es que, indudablemente, los rosados están de moda. Después de muchos años con la etiqueta de “clarete” y de tenerlos asociados a las partidas de cartas, ahora los restaurantes más selectos incluyen un rosado, rosé o blush, en sus cartas de vinos. Pero es que realmente se trata de un vino diferente. “Los rosados han evolucionado mucho. Las bodegas españolas hemos heredado la moda francesa de los rosados de gran calidad con muy poco color”, asegura Rodríguez.
El suyo se elabora con un prensado directo de garnacha y tempranillo, y después se continua la elaboración como un blanco. En otros casos se les hace un sangrado de una hora. Pero lo que produce la variedad de sabores que apreciamos al probar los actuales son el tipo de uva utilizada y el tiempo de maceración. Su valor está tan en alza que al llegar el buen tiempo abundan los cócteles con este tipo de vino como ingrediente, y hasta la pareja Jolie y Pitt producen uno en la Provenza francesa.
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