Además de por su belleza estética, todas las grandes fotos lo son también por las historias que encierran. Las que aquí os mostramos son un buen ejemplo ello.
Extraña pareja
Se suele decir que la naturaleza es despiadada. Pero en ocasiones también nos deja imágenes realmente entrañables. Como esta foto de la “amistad” entre un bebé cocodrilo y un caracol. Esta insólita pareja de colegas reside en el parque natural de Tangerang, en Indonesia. El saurio se ha acostumbrado tanto a la presencia del molusco que le permite reptar con su habitual parsimonia por su cuerpo. Kurit Afsheen, uno de los cuidadores del parque y la persona que tomó esta foto, asegura que ha visto al caracol asomarse a la dentada boca de su “amigo” sin que este se inmutase. Esperemos que un día no le de un “pronto”, y le apetezca cenar escargots en su salsa. Lo cierto es que habitualmente los cocodrilos, pese a ser feroces carnívoros, toleran la presencia de algunos animales pequeños, como cierta especie de pájaros que incluso les limpia los restos de comida de entre los dientes.
La mayor ‘universidad’ budista
En la prefectura tibetana de Ganzi se encuentra un lugar asombroso: Larong Wuming. Se trata del principal centro de estudios budistas, creado en 1987 por el Panchen Lama, la segunda autoridad más importante de dicha religión. Allí, a lo largo de estos veintiocho años, se han construido de forma artesanal diez mil viviendas (muchas de las cuales lucen un característico color rojizo) que acogen tanto a los monjes de la localidad como a los miles de estudiantes que se acercan para aprender y profundizar en los preceptos del budismo y en las técnicas de meditación. Se trata de casas muy sencillas, sin calefacción ni otras comodidades, y la vida en su interior resulta ascética, especialmente durante el frío invierno. Pero eso no frena a los miles de personas que acuden allí. Se dice que quien pasa una temporada en este lugar regresa convertido en una persona nueva.
Selfie en el Nilo
Más de diez años le llevó al canadiense Wayne Fromm perfeccionar el invento que le ha hecho mundialmente famoso: el llamado palo para selfies. Se han vendido millones de ejemplares y el artilugio ha llegado a los más recónditos lugares del planeta, como demuestra esta fotografía en la que un grupo de jóvenes se sacan un selfie en la ribera del Nilo, en las proximidades de Jartum, la capital de Sudán. Los jóvenes de esta ciudad africana tratan de mantener el equilibro entre sus deberes como buenos musulmanes y su fascinación por los adelantos de la vida moderna. Pocos son los que no acuden habitualmente a orar a la mezquita, y menos aún son los que no se reúnen con sus amigos para ver partidos de fútbol internacionales a través de una parabólica, o que no tengan un perfil en Facebook en el que mostrar selfies como este.