Parece como si Kazuhiro Tsuji hubiera llegado de un viaje en el tiempo hace unos minutos y se hubiese pasado los últimos días en el Figueres de los años sesenta, conversando con Salvador Dalí. Es como si en algún momento hubiera tomado una imagen del artista catalán y la hubiera hecho revivir, en tres dimensiones, en el presente. Y lo mismo ha hecho con Abraham Lincoln, Andy Warhol y con su mentor, Dick Smith.
Todo su trabajo se basa en prueba y error. Así descubre nuevos materiales y técnicas
No cabe duda de que Tsuji es uno de los escultores hiperrealistas más sorprendentes del panorama mundial. Pero su llegada al mundo artístico no tiene nada que ver con museos ni galerías de arte, sino con el cine y, más concretamente, con Lincoln, el famoso presidente de Estados Unidos. Con 18 años, Tsuji descubrió en la revista de culto Fangoria (especializada en cine de horror) una entrevista con Dick Smith, conocido como el “padre del maquillaje”, en donde se veía cómo había transformado el rostro de Hal Holbrook en Lincoln. Tsuji se quedó tan impactado que decidió escribir a Smith y contarle que había hecho un molde de su rostro y lo había maquillado hasta convertirlo en “una versión un poco extraña y japonesa del presidente. Le envié fotos del resultado y esperé”. La respuesta llegó muy pronto. Smith (responsable de maquillaje en El padrino, El exorcista y ganador del Oscar por su trabajo en Amadeus), iba a Japón para filmar y quería conocerle en persona. Desde ese momento comenzaron una relación, epistolar primero y profesional más tarde, que llevó a Tsuji a Hollywood. Allí trabajó en Hombres de Negro, El curioso caso de Benjamin Button, El planeta de los simios, The Ring, Hellboy y decenas de películas. Fue nominado al Oscar y ganó el equivalente británico, el Bafta.
Cuatro meses para un rostro
Pero, cómo él mismo explica: “No era feliz. Quería dedicarme al arte, y después de hacer El Grinch y pasarlo muy mal maquillando a Jim Carrey, decidí abandonar el cine y dedicarme a lo que me gustaba”. Tuvieron que pasar 8 años más hasta que Tsuji logró convencer a la crítica. Y lo hizo con un regalo para el 80 cumpleaños de su amigo y maestro, Dick Smith: un busto hiperrealista. “Fue la primera vez en todos mis años de trabajo en la industria del cine”, explica Tsuji, “que conecté con las personas que veían mi obra. En ese momento sentí que había hecho algo significativo para mí, pero también para mucha gente que se sentía atraída”. Cada obra le lleva unos 4 meses, entre las etapas de concepción de la idea, diseñar el proyecto y acabar el modelo. Para ello utiliza una mezcla de resinas, pigmentos y silicona que tienen un tiempo de secado específico y necesitan mucho mimo para mezclarse y que no se perciban costuras, uniones ni cambios de materiales.
Cuando se le pregunta por qué se dedica al hiperrealismo, Tsuji lo tiene muy claro: “Lo que la naturaleza puede hacer es sencillamente sorprendente. Es imposible crear algo mejor. Yo diría que soy un intérprete, un traductor. Un buen artista debería hablar con fluidez el lenguaje de la naturaleza”.