Durante el reinado de Luis XV en Francia la moda enloqueció, especialmente en lo que se refería a los peinados femeninos. Comenzó a hacerse habitual entre las damas de la corte convertir sus cabelleras en algo ampuloso y disparatado. El pelo se rebozaba en harina de arroz para convertirlo en una especie de masa moldeable que podía adoptar casi cualquier forma. Se le añadían pelucas, postizos y todo tipo de adornos (en algunos casos hasta maquetas de barcos). El proceso era tan complejo que resultaba imposible arreglarse el pelo cada día, por lo cual estas mujeres podían pasarse una semana entera con el mismo peinado.

Las molestias eran evidentes, sobre todo a la hora de irse a la cama, ya que las damas tenían que dormir con la cabeza erguida e inmovilizada para no estropearse el peinado. Pero eso no era lo peor. El pelo se convertía en el refugio de numerosos insectos que contagiaban todo tipo de enfermedades. Por eso, finalmente, la mezcla de esas molestias y de los problemas de higiene y salud, hizo que esta disparatada moda comenzara a decaer.