Ya lo decía Ambrose Bierce en el diccionario del diablo, que una cita es: «Repetir erróneamente las palabras de otro». Todos tenemos en la cabeza multitud de citas de personajes célebres pero, algunas de ellas, nunca fueron dichas por aquellos a quienes generalmente se les atribuyen. Aquí os mostramos algunas de las citas falsas más famosas y repetidas de todos los tiempos.
El epitafio inexistente de Groucho Marx
Existe la creencia de que en la lápida de la tumba del célebre cómico puede leerse: «Disculpen que no me levante». Pero no es cierto. Lo único que aparece es su nombre, sus fechas de nacimiento y defunción, y la estrella de David.
La máxima que Picasso nunca pronunció
«Los buenos artistas copian, los grandes roban». Tal vez Picasso lo pensaba en su interior, pero jamás lo dijo. Esa sentencia fue escrita por W. H. Davenport Adams, en un artículo publicado en The Gentleman’s Magazine en 1892.
La falsa sentencia de Einstein
«Cualquier tonto puede hacer las cosas más grandes más complejas y más violentas. Pero se necesita un toque de genio, y mucho valor, para moverse en la dirección opuesta».
Se trata de una de las muchísimas supuestas citas atribuídas al gran científico. Pero, en realida dno es suya. La escribió E. F. Schumacher en el libro Lo pequeño es hermoso: Un estudio económico.
El alegato tolerante de ¿Voltaire?
«No comparot lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo».
Es difícil encontrar un alegato a favor de la libertad de expresión que sea más clélebre que éste, generalmente atribuído a Volvaite.
Aunque, lo cierto es que el gran pensador francés jamás pronunció dicha frase.
En realidad su autora fue Evelyn Beatrice Hall, quien en 1906 publicó una obra titulada Los amigos de Voltaire, y se «inventó» esta frase para tratar de explciar de forma clara la esencia del pensamiento del gran filósofo.
El falso poema de Bertolt Bretch
«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a por los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.»
Todos hemos escuchado o leído este texto infinidad de veces, y cais siempre atribuído a Bertolt Bretch.
Pero, en realidad, pertenece a un sermón pronunciado en 1946 por el pastor protestante Martin Niemöller.