Poco a poco se va acabando el verano, pero para que no decaiga «la calentura», os hemos preparado esta pequeña selección de clásicos del cine erótico. Hemos seleccionado solo títulos anteriores a 1990 (un poco para justificar lo de «cásicos»), por eso es probable que algunos echen en falta películas más recientes como Nine songs, Fóllame o Secretary.

De cualquier forma, y aunque no estén todos los que son, si son todos los que están. Y, con estas ocho películas, os garantizamos una buena sesión de cine de alto voltaje.

Supervixens (1975)

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© D. R.

El cine de Russ Meyer se caracteriza por sus actrices, todas ellas dotadas de unos pechos superlativos. Esta película es, probablemente, su obra cumbre. Un filme delirante que, con estética propia de dibujos animados, mezcla sexo, venganzas, fantasmas… Todo ello con un tono jocoso y desenfadado.

¿Su escena más recordada? La protagonista femenina «disfrutando» con el afilado pico de una montaña.

Calígula (1979)

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Dirigida por Tinto Brass, y producida por Penthouse, estaba claro que esta biografía del depravado emperador romano iba a ser cualquier cosa salvo recatada.

En un principio, su reparto de prestigio (Malcom McDowell, Peter O’ Toole, John Gieguld y hasta una guapísima Helen Mirren), puede engañar, pero la película es un mero pretexto para mostrar todo tipo de bacanales, a cada cual más desenfrenada.

Por si fuera poco, los productores sacaron otra copia añadiéndole insertos directamente pornográficos, incluyendo una impactante escena de una mujer teniendo sexo equino. E interpreten esa expresión en su sentido más literal.

Portero de noche (1975)

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Mezclar erotismo y nazismo era tener todas las papeletas para provocar un escándalo considerable. Y eso fue lo que consiguió esta mítica película de la italiana Liliana Cavani.

El filme cuenta la historia de un antiguo criminal nazi (Dirk Bogarde), que vive oculto con otra identidad y trabaja como portero nocturno en un hotel de Suiza al que, por azares del destino, va a hospedarse una de sus antiguas víctimas (Charlotte Rampling). Ambos vivirán una relación marcadamente masoquista.

Las imágenes de Miss Rampling con gorra militar y pantalones de cuero, han quedado para los anales.

La bestia (1975)

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Cualquier película del polaco Walerian Borowczyk podría figurar en esta lista peor, probablemente, esta sea su obra más conocida. Se trata de una versión muy libre de la leyenda de la bestia de Gevaudan, una criatura que en la Francia del siglo XVIII, asesinó a varias docenas de jóvenes.

La historia adquiere aquí un marcado tinte erótico y surrealista que llega a ser desconcertante. Eso sí, los planos del falo de la dichosa bestia no se les olvidarán jamás, de verdad.

El imperio de los sentidos (1976)

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Probablemente, la obra cumbre del género, dirigida por el japonés Nagisa Oshima. Cuenta la historia de dos amantes enfermos de pasión, que llevan su deseo hasta el final, alcanzando el clímax erótico con la muerte y mutilación del varón.

Es un filme realmente perturbador, que conserva intacta su capacidad para provocar a pesar del paso de los años.

Nueve semanas y media (1986)

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Uno de los títulos míticos de los años 80. La historia de una relación sadomasoquista (light, bastante ligth) entre un yuppie y una hermosa mujer.

Su estética de videoclip, su banda sonora, y la belleza de sus protagonistas (Mickey Rourke y Kim Basinger) cautivaron a toda una generación.

El último tango en París (1973)

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Sería injusto reducir esta obra maestra de Bernardo Bertolucci a la categoría de película erótica , pero es indudable que sus escenas de alto voltaje sexual (especialmente la de la mantequilla) fueron la clave de su gran éxito de público.

Pero el filme es mucho más. Una especie de tratado sobre la soledad humana, que toma como referentes a una pareja de amantes ocasionales (Marlon Brando y María Scheneider), que ni siquiera llegan a conocer sus respectivos nombres.

Emmanuelle (1973)

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Otra película que se convirtió en mito. En su momento fue el paradigma de lo que se consideraba erotismo con buen gusto. De hecho, es un filme con una fotografía muy cuidada y una banda sonora realmente prodigiosa. Pero ese es también su talón de Aquiles ya que, de tanta exquisitez, al filme le falta morbo.

Aún así, siempre nos quedarán la belleza de Sylvia Kristel y los espectaculares escenarios tailandeses.

Esta película fue también la que puso de moda la fantasía de practicar sexo en un avión. Aunque, a mí, lo que me marca cuando vuelvo a verla, es comprobar lo espaciosos que eran los aviones de entonces.