Imaginar la sonda nasogástrica de Salvador Dalí guardada “entre costuras” no es de las cosas más agradables que a uno le pueden ocurrir en la vida. Sin embargo, era un buen receptorio de células del genio que un día podrían servir para armar un cristo científico, legal y rosa, una gran historia de un surrealismo de primera. Al final resultó que no, que Dalí no era el padre de la demandante Pilar Abel, pero, para demostrarlo, hizo falta levantar fosas y hacer un test genético sostenido en uno de los descubrimientos científicos más importantes de la historia reciente. Células, y, en su composición, ADN. Esta poderosa molécula que contiene la información genética de todos los seres vivos se ha convertido en la principal delatora de las relaciones clandestinas. “El ADN es una prueba contundente. En los últimos diez o quince años los avances en tecnología de análisis genético forense han mejorado sustancialmente la situación y ya permiten resolver casos complejos e impensables hace un tiempo.
Las tecnologías más recientes, sobre todo desde hace dos o tres años, están marcando un antes y un después en las demandas de paternidad, al permitir la comparación con parientes más lejanos”, explica José Antonio Lorente, catedrático de Medicina Legal y Forense de la Universidad de Granada.
Muchas de ellas –alrededor de 400– las guarda en su despacho el abogado sevillano Fernando Osuna. Unas están cerradas y otras pendientes de resolver. Y en casi todas aparece algún apellido ilustre. Es el caso de la duquesa de Medina Sidonia, también llamada Duquesa Roja, y su primer marido, José Leoncio González, fallecido en 2008. Fruto de la infidelidad de este con una de sus criadas, nació el 4 de febrero de 1951 Rosario Bermudo, identificada como hija del aristócrata hace un par de meses después de un largo litigio. El análisis entregado por el Instituto Nacional de Toxicología confirmó el parentesco al 99,9 %. “Es el retrato de una España rancia de señores y criadas. De aristócratas, banqueros, terratenientes y empresarios que se arrogaban el privilegio feudal de acostarse con sus sirvientas”, opina Osuna.
Una verdad definitiva
Bermudo no pudo llegar a un acuerdo con sus hermanos, por lo que hubo que exhumar el cadáver el pasado 23 de marzo. El abogado explica que la demandante aportó una vieja fotografía en blanco y negro realizada en un cortijo de Valencia de las Torres (Badajoz), propiedad de la familia, para que el juez autorizase la exhumación. Con la prueba genética a su favor, el juicio celebrado el 20 de septiembre fue un mero trámite procesal. Ahora presentará la reclamación de una herencia que podría ser superior a los dos millones de euros.
Esta mujer nació en la época en la que los biólogos James D. Watson y Francis Crick descubrieron la estructura de doble hélice del ADN (1953). Fue un hallazgo, por cierto, que dejó prendado a Salvador Dalí, también inmerso ahora en una
sonora demanda de paternidad. Su delirio por la molécula le llevaba a repetir una y otra vez las palabras “ácido desoxirribonucleico”. Las escribía, pintaba y declamaba hasta el hastío, siempre apuntando al cielo con la creencia de que contenía la inmortalidad y también la ley de Dios. Ironías de la vida, 28 años después de su muerte la doble hélice sigue rodeando su figura. Mientras Dalí devanaba los hilos para coser arte y ciencia en su cosmos artístico, llegaba al mundo Pilar Abel, una niña que, según le confesó después su madre, pudo nacer de un romance clandestino con el artista cuando trabajaba al servicio de una familia en Portlligat (Cadaqués). El relato materno y un acta notarial de una cuidadora de la madre que decía conocer esta relación sentimental bastaron para ordenar la exhumación del cadáver. Pero, en esta ocasión, el cotejo de los restos biológicos que se retiraron el pasado mes de julio de su cuerpo con las muestras de saliva que se le tomaron a Abel ha descartado cualquier parentesco. La paternidad parecía más que improbable porque, según el escritor Josep Playà, autor de varios libros sobre el pintor, “tenía cierta aversión hacia el sexo femenino” y buscaba su placer en prácticas como el onanismo y el voyerismo.
Ya en diciembre de 2007, Pilar Abel había reclamado la paternidad basándose en los restos biológicos de las sondas nasogástricas que Dalí necesitó en sus últimos años. Robert P. Descharnes, amigo y secretario del genio, y su hijo Nicholas eran quienes las custodiaban y fue el doctor norteamericano Michael F. Rieders el que llevó a cabo los análisis aplicando hisopos esterilizados en 19 lugares diferentes de las cinco sondas. Obtuvo16 marcadores de ADN, pero no se encontraron suficientes coincidencias genéticas. Con el dictamen genético negativo del Instituto Nacional de Toxicología, el 18 de septiembre arrancó la vista oral de la demanda presentada por Abel en el Juzgado de Primera Instancia número 11 de Madrid.
A pesar de que el abogado del Estado y la Fiscalía calificaron su petición como “una temeridad, con una intención caprichosa y sin fundamento”, Pilar insistió en que no se ha respetado la cadena de custodia de las muestras y exige que se le facilite el soporte documental de dicha cadena. Interpondrá un recurso de apelación. La Fiscalía alerta sobre los riesgos de poner en duda la labor del Instituto Nacional de Toxicología y los resultados de una prueba que son una verdad científica definitiva.
La exhumación no es siempre un camino certero para llegar a una verdad genética. En la obtención del ADN va a influir el lugar de enterramiento, según explica Lorente, a veces incluso más que los años transcurridos. “Los lugares más secos, que favorecen la momificación, aunque sea parcial, ayudan a preservar la huella genética. Sin embargo, aunque no es el caso, en los cuerpos dejados a la intemperie se destruye rápidamente. Igual ocurre con el agua, sobre todo si es marina o salada, que hace que el ADN se contamine y dificulte mucho su estudio, incluso pocas semanas después de la muerte”. En una zona con humedad constante o que se inunda con frecuencia se reduce la esperanza de obtener una muestra genética. “Un terreno con alto contenido de ciertos minerales o sustancias orgánicas se une al ADN y hace casi imposible su análisis”, añade el científico. Esto explica por qué a veces se estudian fragmentos de ADN de hace miles de años y otras veces en una persona que murió hace diez meses no se consigue obtener nada.
La calidad del suelo donde se halla el cadáver puede afectar al resultado
En la existencia o no de ADN en los restos óseos de una persona enterrada intervienen también otros factores, como una enfermedad crónica que afecte a la presencia de minerales en el hueso o la causa de la muerte. Un proceso infeccioso, por ejemplo, provoca que la cantidad enorme de bacterias en la sangre destruya el ADN. Influye también el tiempo. “En casos de embalsamamiento, como el de Dalí, sí ha sido posible obtener ADN con calidad y en cantidad para un análisis de paternidad. La literatura científica está llena de trabajos que así lo atestiguan. En la Universidad de Granada tenemos mucha experiencia en conseguir ADN de tejidos fijados en formol.
El cuerpo está formado por unos 30 billones de células y es imposible que el formol llegue a todas por perfusión”. Y, afortunadamente, las tecnologías de secuenciación de nueva generación (NGS) que han empezado a aplicarse este año permiten obtener más y mejor información con muestras, pero aún se necesitan protocolos de validación nacional e internacional para un uso regular.
Toma de muestras
De todos modos, Lorente nos cuenta que el patrón más común en este tipo de demandas es el que forman madre, hijo/a y un presunto padre, siempre que estén vivos. “De todos se pueden tomar muestras (sangre, células epiteliales de la boca, saliva) en cantidad y con calidad suficiente. Esto se resolvía perfectamente hace 15 años y se resuelve ahora. La mejora se advierte en los casos más complejos, aquellos en los que, por ejemplo, faltan muestras de la madre o del padre, pero hay familiares. O aquellos en los que uno de los implicados ha fallecido y apenas hay restos. Y esos en los que puede haber incesto, es decir, que el padre pueda ser a su vez el abuelo”. Aquí, indica, se ha avanzado mucho introduciendo nuevos marcadores o loci de ADN autosómico, ampliando la batería en el estudio del cromosoma Y, introduciendo el cromosoma X y potenciando el estudio del ADN mitocondrial. Ejemplo de ello es el cotejo de ADN mitocondrial que ha permitido a la genetista Mary-Claire King identificar a las familias de cientos de niños secuestrados durante la dictadura argentina.
Pruebas prenatales
Mercedes Alemán, directora de los laboratorios Cefegen, añade un avance más: la confirmación de paternidad del bebé antes de nacer mediante una prueba prenatal. Previamente, se extrae una muestra de células o tejidos fetales mediante amniocentesis o por una biopsia del tejido que se encuentra en la pared del útero y tiene la misma constitución genética que el feto.
Para casos de paternidad se puede recurrir al cromosoma Y, siempre que exista un familiar de referencia por vía paterna. Pese a que en cada generación se pueden producir mutaciones, hay cierta estabilidad, lo que permite comparar muestras de personas separadas por varias generaciones, entre otras cosas porque las mutaciones se pueden valorar.
Osuna llevó el proceso de Rafael Ostos, hijo de uno de los hombres más ricos de Écija (Sevilla) y de la costurera que trabajaba en su casa. Como el cuerpo del padre había sido incinerado, el juez ordenó la exhumación de un tío. Con 68 años, no solo quiso identificar a su padre biológico y llevar su apellido, sino que reclamó una compensación por una vida hurtada.
El hijo que tuvo una costurera con un adinerado sevillano reclamó, con 68 años, una compensación por la vida hurtada
El abogado menciona otro caso aún más complejo, el del empresario vasco José Arana. Murió solo a los 69 años en 1908, dejando su herencia multimillonaria al ayuntamiento de su pueblo natal. Ahora ha aparecido un bisnieto, engendrado en uno de los encuentros furtivos que mantuvo su bisabuela con él, que reclama el 33 % de su legado, unos siete millones de euros. Manuel Crespillo Márquez, jefe del Servicio de Biología del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses en Barcelona, señala que el puzle se diluye a medida que nos alejamos en la línea sucesoria: “Cuanto más distante sea el vínculo familiar, más distancia genética existirá y más difícil será obtener una conclusión válida. Es conveniente buscar y comparar muestras de personas más próximas”, aconseja.
Malditas infidelidades
Además, cuando hay esta separación de varias generaciones, Lorente añade un problema que ni siquiera la ciencia puede prever: las hipotéticas infidelidades, que llevarían a resultados erróneos. Es una posibilidad a tener en cuenta sabiendo que, según los datos que manejan los abogados de familia, alrededor del 8 % de los hijos nacidos en un matrimonio son de otro padre. Como dato curioso, un anuario de 1888 encontrado en Sevilla tiene registrados más hijos ilegítimos que nacidos dentro del matrimonio.
Y, según la directora de Cefegen, en el 85 % de las pruebas el hombre al que se reclama la paternidad da positivo. Son muchos los hijos ilegítimos que podrían demandar, advierte Osuna. “Pero el proceso suele ser demasiado largo y costoso. Aunque los jueces generalmente condenan en costas a los demandados una vez se verifica la paternidad, no todos pueden arriesgar el dinero o adelantar el pago a un detective para que recoja el ADN de algún resto orgánico”. Se dio el caso de una mujer sevillana que consiguió las muestras genéticas en el pañal de una tía biológica de avanzada edad que recogieron dos detectives después de varios días de guardia en su casa.
La actriz Joan Barry le reclamó a Charles Chaplin la paternidad de su hija Carol Ann, en 1943. Los análisis de sangre determinaron que no era el padre, pero el juez le obligó a una manutención.
Pero muchos claudican antes de entrar en disputas que, en más de una ocasión, han llevado a los herederos legítimos a incinerar cadáveres que llevaban décadas sepultados con tal de destruir cualquier huella genética. Su despacho ha resuelto recientemente la demanda de Sofía, hija, según confirmó el Tribunal Supremo, del terrateniente José Benítez Cubero y su criada Ana Reguera. La relación de sus progenitores era vox populi en la localidad sevillana de El Coronil. Había fotografías y hasta cinco alcaldes dieron fe de ello. Ante el temor de perder una parte de una herencia valorada en más de 20 millones de euros, su hermano y hasta ahora único heredero incineró los cuerpos de su padre, madre y abuelos paternos. Rehusó hasta en cuatro ocasiones la prueba de ADN que, finalmente, dio un 99,99 % de coincidencia con el de Sofía. Esta mujer, que ha ocupado varios cargos políticos en Podemos, ha prometido que repartirá parte de su herencia entre su familia y dará trabajo al pueblo.
Crespillo Márquez reconoce que en los últimos años ha habido una explosión de solicitudes y laboratorios. En 2015 se tramitaron en España unas 1.500 peticiones judiciales de análisis de ADN en los laboratorios del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses. En 2007, año en el que se creó un registro, la cifra fue de 401. Y una prueba que entonces costaba unos 400 euros, ahora no llega ni a la mitad. “La técnica se ha perfeccionado de tal manera que ofrece una certeza casi absoluta, aunque para conseguir total fiabilidad es necesario que se realice en laboratorios acreditados por las consejerías de Sanidad y con las certificaciones de calidad correspondientes”, asegura.
Laboratorios fiables
A esta profusión han contribuido los kits estandarizados. “El procedimiento es muy simple. Lo principal es que se lleve a cabo con las suficientes garantías y unas precauciones que empiezan con la recogida de las muestras”, nos indica Castrillo Márquez. Debe evitarse el contacto directo mediante el uso de guantes, mascarilla y bata, extremar las condiciones de asepsia y usar, si es posible, material desechable. “Aunque son de uso sencillo, hay muchas circunstancias que pueden malograr una muestra y, por tanto, la obtención de los perfiles genéticos que pudiera haber en ella”. A menudo se presentan ya en el momento de la recogida o en el envío al laboratorio, debido a una mala protección frente a las altas temperaturas, la humedad, un mal empaquetado, etc. Ante estos factores que destruyen el ADN, los vestigios biológicos más vulnerables son los pelos.
Algún presunto padre llega con la muestra de sangre o saliva tomada por él mismo. Obviamente, se descarta.
La directora de Cefegen hace hincapié en la necesidad de aislar y proteger lo más rápidamente posible la muestra hasta su llegada al laboratorio. “Si la sangre es por punción venosa, se introduce en un tubo que contiene anticoagulante. En punción dactilar, las gotas de sangre se depositan sobre un papel secante y se dejan reposar a temperatura ambiente. Para obtener células epiteliales de la saliva se frota la parte interna de los carrillos con hisopos estériles. No se introducen en las fundas hasta que no están totalmente secos, ya que las bacterias de la saliva pueden proliferar rápidamente y degradar el ADN”. En este caso es importante que la muestra se tome al menos una hora después de comer para evitar restos alimenticios.
En cuanto al empaquetado, cada recipiente debe estar correctamente identificado y precintado. “Si es líquido, se introduce en tubos de transporte con cierre hermético e irreversible. Se mantendrán y enviarán refrigerados al laboratorio lo más rápidamente posible. Los hisopos estériles en seco se empaquetan en cajas de cartón pequeñas que se comercializan para este fin. Debe constar además la fecha, hora, nombre o identificación y la firma de la persona que realiza la recogida”, puntualiza Alemán.
¿Por qué esta meticulosidad? “Un proceso bien cuidado –explica Crespillo Márquez– garantiza la autenticidad e integridad de las muestras. Por el contrario, la contaminación de los indicios biológicos de manera accidental y la interpretación errónea de los resultados genéticos tienen importantes consecuencias con la consiguiente repercusión en el proceso judicial. Minimizar y detectar la presencia de contaminaciones accidentales que se pueden generar durante algunas de las fases de recogida o análisis genético es una prioridad para los laboratorios de análisis genéticos”.
Inevitable picaresca
Y ni aun así es posible frenar algún intento de picaresca (cada vez más aislado), como el episodio que recuerda Lorente, ocurrido en su laboratorio en el año 2008. “Un señor al que íbamos a tomar muestras de células de la boca acudió al cuarto de baño y se vació un tubo con saliva de otra persona. Detectamos el fraude en el primer análisis. Obviamente se repitió y, tal como intuíamos, él era el padre. Más casos no hemos tenido, excepto hace tiempo algún presunto padre que ya venía con la muestra de sangre y de saliva en un tubo tomada por él mismo ‘para que pudiéramos ahorrarnos el esfuerzo’”.
Crespillo Márquez destaca que, en general, los avances tecnológicos y científicos han permitido crear un sistema de calidad y confianza: “Hemos alcanzado una gran sensibilidad, rapidez y precisión en los análisis, con mayor información genética a partir
de muestras más pequeñas”.
Él, igual que el resto de los profesionales que trabajan en las demandas de paternidad, se agarra a ese derecho, amparado por la Constitución española, de todo nacido a tener unos apellidos y a conocer la identidad de sus padres. Y este, dice, es uno de los mayores logros en este campo, devolver la dignidad y la identidad robada a unos hijos repudiados incluso antes de nacer.