En la prehistoria ya había obras con alto contenido erótico. También en la Grecia clásica, en el Renacimiento y en nuestros días. A lo largo de los siglos, el ser humano ha echado mano de diferentes expresiones artísticas para su recreo más privado. Y la pintura no ha sido ni mucho menos una excepción.
En la trayectoria del arte íntimo ha habido momentos de libertad, como el que vivió durante el Imperio romano, y de oscuridad. La Edad Media, con sus prohibiciones y represión, marcó una moral en la que el erotismo dejó de estar presente públicamente. Eran años en los que la Iglesia ordenaba, reprimía y condenaba.
Y volvió la alegría
Pero llegó el Renacimiento y con él un poco de aire fresco. La mitología y la aparición de la imprenta fueron aliados perfectos para dar rienda suelta a la exaltación carnal sin escandalizar a los más puritanos. Monarcas de todo el mundo y representantes de la jerarquía eclesiástica se aprestaron a engrosar sus colecciones privadas con obras lascivas ejecutadas por los mejores maestros. Hoy, el erotismo ha recuperado todo su esplendor.
La publicación de The Art of the Erotic (Ed. Phaidon) demuestra que vive uno de sus mejores momentos.
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