Esta es solo una una minúscula selección de los bulos políticos que han cambiado el curso de la historia. Las fake news en el marketing político están detrás de las guerras más sangrientas y la manipulación invisible de elecciones, incluso en países demócratas y libres
Es posible que estemos indefensos ante el auge de la mentira como pandemia, pero si hay una opción, es sacándolas a la luz y denunciándolas. Este es el objetivo del libro Fake News: Bulos que cambiaron el curso de la historia, escrito por los historiadores María Correas y Enda Kenneally. Recoge los bulos más efectivos desde la Roma Clásica a nuestros días.
Para este artículo en QUO.es hemos seleccionado, junto a María Correas, alguno de los bulos impulsados por la prensa amarilla y el marketing político. Toda una población se tragó en algún momento estas historias. La manipulación de la opinión pública fue eficaz, aunque cueste creerlo.
Por María Correas y Enda Kenneally
Año 1898. El magnate de la prensa estadounidense William R. Hearst utilizaba una mezcla de medias verdades y completas falsedades, aderezadas con grandes dosis de sentimentalismo, para influir en la opinión pública sobre la necesidad de intervención de Estados Unidos en Cuba. Él solo quería (parece) vender toneladas de periódicos. Cuando, en medio de la guerra de Cuba (1898), el acorazado estadounidense Maine explotó en el puerto de La Habana (Cuba), fue Hearst y su máquina de hacer periódicos quién señaló a España como culpable de un supuesto sabotaje e instó al por aquel entonces presidente estadounidense William McKinley a iniciar una guerra contra los españoles. Y así, aupados por el efecto propagador de un bulo, la guerra facilitó a Estados Unidos el dominio del Canal de Panamá y de las últimas colonias españolas de ultramar.
Con Hearst nació la llamada prensa amarilla, que hoy apenas se menciona (quizá porque hay poco que no sea amarillo, y ya ni se cuestiona). Casi 120 años después, el poder de los rumores se vio exacerbado de modo exponencial por un ejército virtual de millones de cuentas falsas que difunden bulos políticos. Su uso y cómo afectó la manipulación a los resultados del referéndum del Brexit y de las elecciones presidenciales estadounidenses forma parte de nuestra propia historia, en la que estamos inmersos.
El incendio del Reichstag que abrió camino a Hitler
El parlamento alemán, el Reichstag, se quemó el 27 de febrero de 1933. Aún en llamas, se arrestó a un comunista holandés, Marinus van der Lubbe, y se le culpó del incendio junto a tres comunistas búlgaros. El presidente Paul von Hindenburg procedió a limitar las libertades personales, prohibió el Partido Comunista y dio manga ancha al canciller Adolf Hitler. Antes de que se celebrara el juicio, los nazis Joseph Goebbels y Hermann Goering presionaron a los medios de comunicación para que propagaran la idea de una conspiración comunista. Sin embargo, ya durante el juicio, muchos sospechaban que el incendio había sido una operación propagandística nazi, algo por lo que también se inclinan buena parte de los historiadores modernos. Aunque en la actualidad aún existe algo de debate sobre la autoría, lo cierto es que nunca se encontraron pruebas sólidas que demostraran la culpabilidad de los acusados.
La Operación Infektion. El SIDA tampoco escapó de un laboratorio
En 1983, la KGB publicó una noticia en un desconocido periódico indio, que decía que el SIDA había sido creado en un laboratorio estadounidense. El rumor tardó algún tiempo en expandirse, pero, en 1985, los soviéticos lo publicaron de nuevo en un periódico ruso. Además, incitaron al científico Jakob Segal a que publicara un informe falso que establecía vínculos entre los Estados Unidos y el SIDA, y a que diseminara esos supuestos hallazgos en una conferencia en Zimbabue. El rumor se propagó por 80 países a través de más de 200 periódicos y en 25 idiomas diferentes. En 1987, los soviéticos, buscando aumentar la cooperación con Occidente, admitieron que se lo habían inventado, lo que no impide que algunos aún crean en su veracidad.
La masacre de Timisoara. Los cadáveres falsos.
En diciembre de 1989, en el ocaso de la dictadura de Nicolae Ceaușescu, los rumores hacían estragos entre la población. Los múltiples actores que luchaban por el poder en medio de un apagón informativo y las repentinas desapariciones hacían que la gente buscara respuestas. Incapaces de hacer su trabajo sobre el terreno, varios medios internacionales publicaron imágenes locales que mostraban cadáveres tendidos sobre lonas, incluidos una madre y un bebé, todos supuestamente masacrados por orden del dictador. Poco después, se descubrió que los cadáveres habían sido sacados de una fosa común y que pertenecían a personas sin recursos fallecidas con anterioridad; para entonces, el dictador, ciertamente no exento de otras matanzas a sus espaldas, ya había sido fusilado.
Las armas de destrucción masiva en Irak nunca existieron
El 11 de septiembre de 2001 se produjo el sangriento ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. Ese mismo día, fuentes de la inteligencia estadounidense ya apuntaban a la organización terrorista saudí Al Qaeda. Sin embargo, Arabia Saudí siempre ha sido un socio primordial del gobierno de los Estados Unidos y, desde el primer momento, se desvió el foco hacia Irak. La administración Bush se embarcó en una misión destinada a probar que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva y merecía una intervención militar. La justificó seleccionando de forma sesgada la inteligencia, manipulando los informes de organismos oficiales, utilizando grandes agencias de publicidad para influir en la opinión pública e ignorando los informes negativos de las inspecciones de la CIA y la Agencia Internacional de la Energía Atómica. Las armas de destrucción masiva nunca se encontraron.
El hackeo de las elecciones latinoamericanas
Entre 2005 y 2014, el hacker colombiano Andrés Sepúlveda, según su propio relato, ayudó a manipular los resultados de las elecciones de países latinoamericanos como Nicaragua, Panamá, Honduras, El Salvador, Colombia, México, Costa Rica, Guatemala y Venezuela.
Desarrolló una herramienta de software que permitía crear, administrar y dirigir miles y miles de cuentas falsas de Twitter. De esta forma manipulaba la conversación para que se hablara de los temas que él quería, información que luego era propagada por usuarios reales y generaba ciertas tendencias en la red. Su tarea más importante habría sido durante las elecciones mexicanas de 2012, en que hackeó la campaña del PRD (que perdería las elecciones) para conocer su estrategia e inmediatamente crear cuentas falsas que la contrarrestaran punto por punto. Ni que decir tiene que todos los políticos implicados por Sepúlveda niegan los hechos.
Existe un larguísimo recorrido del bulo en la historia, incluso más allá de la política. Si quieres conocer más, los encuentras en el libro Fake News: Bulos que cambiaron el curso de la historia.