El dedo pulgar, el favorito de los bebés para el consuelo, ya tenía características similares a las de los humanos modernos hace dos millones de años.

Un estudio, publicado en Current Biology, ha encontrado que los fósiles de manos de homínidos del yacimiento de Swartkrans, en Sudáfrica, que datan de hace unos 2 millones de años, ya tenían un dedo pulgar similar al que hoy nos permite usar pinzas para depilarnos o sostener un martillo.

Esos fósiles se atribuyen al Homo primitivo o a la rama lateral de los homínidos extintos Paranthropus robustus y, según el estudio, ya tenían una destreza en el uso del pulgar similar a la de los humanos modernos.

Pero hay algo más extraordinario derivado de la investigación, y es que los Austrolopitecus (que no eran de los nuestros), que ya fabricaban herramientas, no tenían ese pulgar de las maravillas. O, al menos, el suyo no era tan eficiente.

Objetos como este pulgar se dejaban en los santuarios como ofrendas a dioses como Asklepios, el dios grecorromano de la medicina. Su objetivo era indicar la parte del cuerpo que necesitaba ayuda o agradecer la curación.
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El dedo de la huella y el OK marca enormes diferencias entre los humanos y otras especies y se cuenta entre los ases de esa baraja de características evolutivas que dieron como resultado al Homo sapiens. Sin el pulgar, todo habría sido distinto, o no habría sido.

El pulgar es un dedo raro. Solo tiene dos falanges (los otros tienen tres), es más corto y ancho y goza de una particularidad, y es que permite que sujetemos cosas muy pequeñas enfrentando la yema del pulgar con la de cualquier otro dedo. Por ejemplo, semillas y bayas, parte fundamental de la nutrición de los primeros Homo cuando andaban por las ramas.

Hay otra cosa fundamental que sin pulgar no podríamos hacer: despiojarnos. Esto, que aún hacen con placer chimpancés y bonobos, permite sobrevivir a la invasión de parásitos que disfrutan su particular Hawaii entre el bello corporal.

El agarre en forma de pinza permite desparasitar a otro, y solo es posible con el pulgar. Del mismo modo que los bebés humanos consiguen coger una miga de pan entre sus dedos a partir de los tres meses.

Que el pulgar sea oponible al resto de los dedos nos permite realizar funciones finas. Coser, por ejemplo. Sujetar una aguja para enhebrarla, no recibe todo el valor que debiera como habilidad de una especie. Hay un test, sin ningún rigor científico, pero simpático, para saber si estamos ante un millennial o si se trata de un adulto del siglo pasado. Basta con observar si usa los dos pulgares a la vez para teclear el texto de un Whattsapp. Parecería que el pulgar ha ganado puntos en la era digital, pero no es hoy más importante que hace dos millones de años.

La prensión de fuerza es un reflejo muy acusado cuando nacemos, de ahí que el recién nacido te sujete el dedo entre las manos con una fuerza sorprendente.

La fuerza necesaria para sujetar una herramienta

Las hipótesis más clásicas vinculan el desarrollo del dedo pulgar con el uso de herramientas. Ejerce una presión de fuerza suficiente para sostener una piedra y usarla como martillo.

La prensión de fuerza es un reflejo muy acusado cuando nacemos, de ahí que el recién nacido te sujete el dedo entre las manos con una fuerza sorprendente, y no empezamos a controlarlo hasta los dos años. La presión de fuerza posible de las distintas manos fósiles es lo que han tenido en cuenta. Y lo más interesante del estudio que acaban de publicar es que han encontrado que en especies antiguas distintas a las nuestras, como los Australophitecus, que ya hacían herramientas hace más de tres millones de años, la función de sus dedos pulgares no tenía el vigor del nuestro.

Un modelo en 3D de manos fósiles

Katerina Harvati , paleoantropóloga del Centro Senckenberg para la Evolución Humana y el Paleoambiente, de la Universidad de Tübingen (Alemania) es coautora  del estudio publicado en Current Biology. Han comparado manos y pulgares fosilizados de un conjunto de especies que van desde Australopithecus afarensis , de casi cuatro millones de años, hasta los primeros Homo sapiens , el Homo naledi y los chimpancés y humanos modernos.

Entre esos especímenes se encontraban algunos huesos de manos intrigantes de dos millones de años de la cueva Swartkrans de Sudáfrica, que pueden ser Homo temprano. Luego usaron un modelo biomecánico para recrear cómo los músculos habrían podido manipular esos pulgares. Esto solo puede hacerse en modelos virtuales, ya que los músculos no fosilizan.

El equipo primero probó la precisión del pulgar en humanos vivos y chimpancés con parámetros musculares conocidos. El análisis se centró en la función de un músculo y una articulación del pulgar que es crucial para la producción y el uso de herramientas.

El vídeo, recoge la diferencia en la actuación de las distintas manos en función del músculo que actúa sobre el pulgar.

 

Han encontrado que hace aproximadamente 2 millones de años, ciertos homínidos desarrollaron una eficiencia de oposición del pulgar mucho mayor que otras. Esta ventaja evolutiva crucial, que se comparte con todas las especies posteriores de Homo, era menos pronunciada en los primeros homínidos propuestos para la fabricación de herramientas de piedra (es decir, especies de Australopithecus , incluido el Australopithecus sediba tardío).

Esa mayor eficiencia de oposición del pulgar mostrada por todas las especies de Homo del Pleistoceno vuelve a dar al dedo pulgar un papel protagonista en nuestra evolución. ¿Los nuestros pudieron hacer herramientas más sofisticadas? ¿Tenían más habilidad para descarnar presas? ¿Fue eso lo que nos hizo humanos?