Los humanos nacemos con un déficit de un 0.05% de alcohol en sangre y, con un par de vinos, somos la mejor versión de nosotros mismos. Revisamos con un catedrático de fisiología la teoría de la película Otra ronda, ganadora del Oscar a Mejor película extranjera 2021.

Ganadora del Oscar a mejor película extranjera, Otra ronda habla de crisis y hombres, pero fundamentalmente, habla de beber.

Dirigida por Thomas Vinterberg, basa su argumento en la teoría de que un poco embriagados somos la mejor versión de nosotros mismos.

Esto es lo que cuenta  su sinopsis: Existe la teoría de que deberíamos nacer con una pequeña cantidad de alcohol en nuestra sangre, y que una ligera embriaguez abre nuestras mentes al mundo que nos rodea, disminuyendo nuestros problemas y aumentando nuestra creatividad.

Animados por esa teoría, los cuatro protagonistas de la película, Martin y tres de sus amigos, todos ellos cansados profesores de secundaria, se embarcan en un experimento para mantener un nivel constante de intoxicación etílica a lo largo de su jornada laboral.

Hay que añadir que todos pasan por una crisis morrocotuda, en los cuarenta, aburridos, desenamorados, desilusionados y abrumados por el escaso bienestar que proporciona todo aquello que se suponía que debía buscar un triunfador de clase media. Para salir del soporífero aburrimiento vital, deciden probar la teoría del 0,05% de déficit de alcohol en sangre.

 

 Thomas Vinterberg explica así su mirada de la película:

”Nunca bebo antes del desayuno”. La cita es de Winston Churchill, quien ayudó a derrotar a los alemanes y ganar la Segunda Guerra Mundial, mientras se encontraba bajo la influencia excesiva y constante del alcohol.

Otros grandes pensadores, artistas y escritores, como Tchaikovsky y Hemmingway, han hallado valor e inspiración de esa forma. Después de los primeros tragos, todos conocemos la sensación de que la conversación se alarga, la habitación se agranda y los problemas se hacen más pequeños.

 

 

Winston Churchil: ”Nunca bebo antes del desayuno”

Añade el director en sus notas:  «Con esta película, queremos examinar y elogiar la capacidad del alcohol para liberar a las personas. La película está inspirada en la teoría del psicólogo noruego Finn Skårderud, que dice que el hombre nace con un déficit de alcohol en sangre de 0,5».

La teoría que el psicólogo noruego no escribió

Sintiéndolo mucho, el psicólogo noruego mencionado en el film nunca pronunció esa teoría. Finn Skårderud escribió un artículo en Psykologisk.no desmintiéndolo.

El motivo del malentendido es que hace varios años escribió un prefacio de un libro italiano “sobre los efectos psicológicos del vino”, dice Skårderud.

En el prefacio, propone que  “la corteza cerebral es demasiado delgada para soportar todas las tareas complicadas que se espera que dominemos como humanos modernos”.

Esa delgadez de nuestra corteza cerebral es la razón, según escribía el psicólogo en ese prólogo, de que nuestros malos pensamientos se “atasquen”, incluso cuando son ataques contra nosotros mismos.

Y  añadía Skårderud que un par de copas de vino producen un efecto “sacacorcho”, y la basurilla mental fluye y nos deja tranquilos.

Después del segundo vaso, “te das cuenta de que el único error es el vino que te faltaba”. Más tarde añade que “uno olvida que el hombre está creado con un 0.05% de alcohol de menos”.

Skårderud ha explicado que no hay ninguna teoría científica detrás de todo esto, solo había un elogio al vino.

La opinión de un fisiólogo sobre Otra ronda

Con todo esto, preguntamos al catedrático de Fisiología de la Universidad de Granada, Manuel Castillo su opinión sobre Otra ronda, y la teoría desmontada.

“Lo que cuenta la película tiene lógica: una pequeña cantidad de alcohol en sangre tiene un efecto y una mayor cantidad otro. Pero este último, muy negativo”.

“Lo que no podemos afirmar es que se necesite exactamente un 0,05% de alcohol en sangre, como dice la película. Además, cada persona reacciona de un modo muy diferente al alcohol. Del mismo modo que enfrentamos de un modo distinto el estrés, o la presión social, que es lo que normalmente buscamos atenuar cuando tomamos una copa con esa finalidad.”

Algunas personas pueden valorar como positivo ese florecer del estado de ánimo que acompaña a la cerveza con amigos, el gin tonic de una noche, el cava bien frío.

«Pueden fluir mejor las relaciones sociales, se atenúa la tensión  e incluso el atractivo, que sin alcohol se percibe de otro modo»

¿Somos nuestra mejor versión con un par de vinos? ¿Somos mejores si estamos embriagados? “Embriagado nadie es mejor, porque eso implica un trastorno ligado a un consumo excesivo. Con un consumo pequeño sí hay estudios en los que se ha encontrado que el alcohol mejora la locuacidad, la facilidad (desinhibición) con la que hablas un idioma que no es el propio. También pueden fluir mejor las relaciones sociales, se atenúa la tensión  e incluso el atractivo, que sin alcohol se percibe de otro modo”.

Castillo Garzón subraya que eso de “ser o sentirse mejor” tiene un enorme componente subjetivo, depende de lo que cada uno piense que significa ser o estar mejor. Ser más generoso, más simpático, encontrarte más alegre, más relajado, son estados que pueden entrar o no dentro de lo que creas que es la mejor versión de ti mismo. «Pero ser más atrevido, menos consciente, más desinhibido y, no digamos ya, estar bebido, no lo es», recalca el fisiólogo.

Pero, además de subjetiva, el efecto del alcohol tiene una indudable base fisiológica.

“Esto tiene que ver con el efecto del alcohol sobre dos neurotransmisores implicados en la conducta, el glutamato y el GABA”. El neurotransmisor GABA (ácido γ-aminobutírico) tiene básicamente un efecto inhibitorio  en nuestro sistema nervioso central, y su acción predomina cuando estamos tranquilos, relajados o dormimos».

«Del otro lado, el L-glutamato, que es un neurotransmisor excitador, está en balance con el GABA y su actividad predomina cuando estamos excitados o estresados. “El alcohol  activa  GABA e inhibe L-glutamato que es excitatorio. Demasiada excitación, demasiado estrés, es tóxico».

«Los animales que vivimos en sociedad, particularmente los humanos, estamos sometidos a potentes sistemas de represión de conducta controlados precisamente por el glutamato»

«Se dice que el glutamato es excitotóxico. En esas circunstancias, un poco menos de L-glutamato nos podría venir bien. Los animales que vivimos en sociedad, particularmente los humanos, estamos sometidos a potentes sistemas de represión de conducta controlados precisamente por el glutamato. Estos sistemas nos inhiben, nos reprimen para no hacer lo que no es aceptable socialmente o supone un riesgo. Al disminuir su excitabilidad, nos desinhibimos, y podemos hacer cosas que  sin alcohol no haríamos. Estamos más relajados, más tranquilos, más seguros,  menos constreñidos por las consecuencias o el qué dirán. Con un par de vinos no valoras tanto esas circunstancias, pero eso también supone un riesgo”, continua Castillo Garzón.

Se está explorando el uso de cannabis para el dolor, y los hongos mágicos para tratar la depresión. ¿El alcohol no se baraja como tratamiento para nada? “El alcohol se ha explorado como tratamiento en numerosas ocasiones. De hecho, durante mucho tiempo se ha usado como un fármaco, cuando no había anestesia, y como un analgésico, cuando no los había. También incluso para abrir el apetito. Para fomentar la cohesión social el vino está hasta en la misa. Forma parte de la cultura de algunas religiones. Es tan antiguo y lleva con nosotros tanto tiempo que ha dejado de tener consideración de fármaco para ser un componente del estilo de vida”.

La bebida alcohólica más antigua del mundo fue una pócima fermentada mixta de arroz, miel y espino y / o uva. Los residuos de la bebida, fechados hace más de 9.000 años, se recuperaron de la cerámica antigua de Jiahu, una aldea neolítica en el Valle del Río Amarillo. Esta bebida es anterior a la evidencia más antigua de vino de uva de Oriente Medio en más de 500 años.

En el año 2000 a. C., los sumerios habían elaborado recetas para ocho cervezas diferentes elaboradas con cebada y ocho con trigo

En cuanto a la cerveza,  aparece en los relatos de la  epopeya de Gilgamesh (c. 2500 a. C. o 3500 a. C). En el año 2000 a. C., los sumerios habían elaborado recetas para ocho cervezas diferentes elaboradas con cebada y ocho con trigo.

Así que llevamos más años bebiendo alcohol que leche. La leche se empezó a consumir hace 7.500 años en Europa Central, según un estudio realizado por el University College London (UCL), publicado en la revista PLOS Computational Biology. Estos antepasados fueron los primeros en poder digerir el producto y sobrevivir.

La tolerancia al alcohol y a la lactosa tienen una distribución paralela en las distintas razas humanas y son consecuencia respectiva de la domesticación de la agricultura y la ganadería

La selección nos permite hoy metabolizar el alcohol pero no a todos por igual. “La humanidad ya ha hecho su trabajo dramático de selección por la vía de la salud. Los caucásicos hemos sobrevivido, nos hemos seleccionado, los que tenemos una capacidad de metabolizar el alcohol suficientemente. Se quedaron en el camino millones de personas que no tenían esta capacidad. La tolerancia al alcohol y a la lactosa tienen una distribución paralela en las distintas razas humanas y son consecuencia respectiva de la domesticación de la agricultura y la ganadería”, explica el catedrático de fisiología.  

¿Y no hay sociedad sin vino? “Cada sociedad tiene su “alcaloide”, y lo necesita como medio de  afrontamiento. La vida ha sido y es tan dura,  es tan difícil hacerle frente, vivir es tan difícil, que los seres humanos hemos buscado ayudas para afrontarlo. Necesitamos mecanismos de afrontamiento que nos liberen del estrés, de la sobrecarga que determinan esas condiciones sociales tan duras, en términos de supervivencia».

«Cada sociedad ha identificado sus propios mecanismos y medios que facilitan ese afrontamiento, medios de resiliencia. Los países occidentales  hemos tenido el alcohol. En otros países ha sido el hachís, el opio, la marihuana, la coca, el  mezcal, hongos, o la pipa la paz. El problema es cuando expones una sociedad a una sustancia para la que no está preparada, para la que no se ha adaptado, como ocurrió con el alcohol en los indígenas de Australia, o el Oeste americano. Se conquistó Australia y nueva Zelanda por el alcohol, y cuando expones a los europeos a la coca, habitual en los Andes, pues tenemos un dramón”.

“Nosotros, los caucásicos, tenemos el alcohol como nuestra droga, como mecanismo de afrontamiento. A lo largo de la historia, cuando ha habido conflicto o tensión social, el alcohol a veces ha facilitado las cosas. Y los intentos que se han hecho de prohibirlo no han dado resultado y han generado más conflicto”.

Advierte Manuel Castillo Garzón que poco hay en esta vida que sea blanco o negro. Así que hemos llegado a la cara B de la bebida. “Antes el alcohol era algo de consumo muy limitado, porque era caro y escaso. Costaba mucho tiempo elaborar un vino. Había que cultivar la uva, recolectarla, el trasiego a la barrica, se estropeaba… Ahora tenemos vino a granel en cualquier supermercado”.

Y progresivamente, nos acercamos al drama. “En exceso cualquier cosa es mala, podríamos morir incluso de sobredosis de agua. El veneno está en la dosis, decía Paracelso. Pasa con los fármacos, y con los alimentos. Y por supuesto con el alcohol”.

A pesar de llevar 9000 años en nuestras vidas, hay algo que puede convertir tan alegre relación en un amor tóxico.

“El gran problema tiene que ver con la tolerancia y la adicción. Muchos fármacos generan tolerancia y hay que ir subiendo  la dosis para obtener efecto, esto también  pasa con el alcohol que, además, genera adicción, por su efecto atenuante del estrés  o incluso euforizante. Todo esto implica que no quieras perderlo, y te hagas adicto. Y como la dosis que necesitas es cada vez mayor pues acaba siendo tóxico”.

Otra ronda, sí, pero, ¿cuántas? “No todo el mundo que bebe es adicto, ni mucho menos. Pero algunos lo son. Y los daños a partir de ahí son arrolladores. No es fácil hablar de las bondades del vino, ni siquiera en pequeña cantidad, si puede leerte un padre que ha perdido a su hijo en un accidente de coche por culpa del alcohol, o a alguien que ha perdido su pareja por una cirrosis”. Había que llegar al lado oscuro.