Una investigación ha revelado que Rikers, la prisión más peligrosa del mundo, en pleno estado de Nueva York, alcanza niveles de caos insostenible después de la pandemia

La investigación, realizada por The New York Times, habla de detenidos que han tomado el control, presuntamente supervisando varios segmentos de la prisión, y guardias que se negaban a presentarse o promulgar políticas disciplinarias.

Fundada en 1932 como un centro de “detención temporal”, la cárcel Rikers, en el estado de Nueva York está catalogada por los defensores de derechos civiles como una de las más peligrosas del mundo.

El 40 % de los prisioneros sufren de problemas mentales, por lo que se considera a este espacio como un “acelerador de la miseria humana”. Los problemas se agravaron con la pandemia con el aumento de muertes de presos bajo custodia. En febrero de 2021, los legisladores del estado recomendaron su cierre, pero este proceso no ha comenzado todavía.

Rafa Mingorance, autor del canal de YouTube Diario Vivo Nueva York, detalla en este vídeo la situación de los prensas en la Isla Rikers.

Texto de Rafa Mingorance

En Nueva York no solo hay rascacielos. Allí también existe una de las cárceles más peligrosas del mundo. Se encuentra en la Isla Rikers, un pedazo de tierra que emerge entre los condados de Queens y el Bronx. Aseguran que pasar por allí es peor que meterte en una cámara de tortura.

Desde diciembre pasado, han muerto 11 presos y se han suicidado 5

Prueba de ello es que, desde diciembre pasado, han muerto 11 presos y se han suicidado 5. La situación es tan grave que el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, ha decidido trasladar a 230 mujeres y transexuales reclusos a dos prisiones estatales situadas a 64 kilómetros al norte de la Gran Manzana. Se pretende evitar así que se produzcan más muertes. ¿Pero por qué se ha llegado a tal grado de violencia? 

Primera clave del problema: la cantidad tan grande de presos que hay en el Estado de Nueva York. Se estima que existen más de 5.700 reclusos repartidos en sus distintos centros penitenciarios. Sin embargo, la mayoría de ellos se encuentran dentro de los ocho edificios del complejo de Rikers Island. Muchos esperan fecha de juicio desde antes de la pandemia y permanecen encerrados en celdas insalubres.

Rikers “es una fábrica de armas” para los reclusos

Ya en 1970, numerosos documentos judiciales advirtieron de las condiciones infrahumanas de la cárcel. Y en 2015, un nuevo informe avisó de que las puertas de las celdas cerraban mal y las tuberías viejas y los radiadores de metal podían romperse y tallarse como si fueran cuchillas de afeitar. Este mismo informe de 2015 aseguraba que Rikers “es una fábrica de armas” para los reclusos. Si a esto se le añade que los presos no tienen atención médica ni psiquiátrica es fácil comprender que se produzcan estallidos de violencia.

Con el traslado de mujeres y transexuales se quiere aliviar un tanto el problema, pero es una medida insuficiente. Por esa razón, ya en septiembre pasado 143 personas detenidas por condenas menores y que cumplían un año o menos de reclusión, fueron llevadas a cárceles más pequeñas.

Además, se ha puesto en marcha una nueva ley conocida como Less is More Act. ¿En qué consiste exactamente? Esta ley permite liberar a personas que no se han presentado ante su oficial de libertad condicional o que no han pasado las pruebas de alcohol o drogas. Por este tipo de infracciones, Nueva York estaba encarcelando a casi tres veces más personas que el resto de Estados Unidos.

Ha habido épocas en que un tercio de los 8.000 guardias no se presentaban a trabajar 

Segunda clave del problema: el absentismo laboral tan alto de los funcionarios de Rikers. Ha habido épocas en que un tercio de los 8.000 guardias no se presentaban a trabajar. Esta situación obligaba a que el resto de los compañeros tuvieran que hacer turnos dobles y hasta triples de trabajo que podían durar más de 24 horas. Ahora mismo, el absentismo ronda la cuarta parte de la plantilla. Según relata el New York Times, muchos funcionarios están convencidos de que su trabajo es inútil.

De hecho, uno de ellos ha confesado, de forma anónima, que había dejado de confiscar armas por miedo a sufrir agresiones por parte de los presos. No olvidemos que, en 2021, en el centro penitenciario Rikers hay el doble de apuñalamientos que el año pasado y si hay problemas con los presos, los funcionarios son siempre inferiores en número y nadie les garantiza el respaldo inmediato por parte de los compañeros. 

Tercera clave del problema en Rikers: quizá es el punto más sorprendente. Hay partes del complejo carcelario que están dirigidas por los mismos presos. Según muestran los registros, los detenidos deciden quién puede entrar y salir de determinadas partes de la cárcel. Hay zonas de acceso restringido donde incluso los presos entran a dormir y a fumar marihuana. También contestan al teléfono en lugar de los funcionarios y han robado llaves para liberar a compañeros que han cometido actos violentos. Este verano pasado, un detenido se subió a un autobús y lo empotró contra una pared de la cárcel. Nadie se lo impidió. Y otro preso robó las llaves de un oficial para luego cortarle el cuello. Por desgracia, no se trata de una película ni de una serie de televisión. Son situaciones reales que ponen de manifiesto las carencias del sistema penitenciario de Nueva York.

El centro Rikers se inauguró en la década de 1930 en una isla que, hasta ese momento, se había utilizado como vertedero de la ciudad de Nueva York. A lo largo de su historia, son frecuentes los episodios violentos relacionados con casos de depresión, esquizofrenia o desorden bipolar. 

Rikers ha llegado a tener más enfermos mentales que los 24 hospitales psiquiátricos juntos del Estado de Nueva York. ¿Y por qué un centro como este sigue abierto en la Gran Manzana? En los últimos años, se ha generado un gran consenso político sobre la necesidad de cerrar una cárcel tan siniestra, pero ahí sigue abierta.

Los acusados que pagan su fianza con dinero en efectivo, pueden esperar en su casa la fecha del juicio. En cambio, a las personas sin recursos económicos no les queda más remedio que entrar en una de las cárceles más peligrosas del mundo. Esta situación tan injusta golpea sobre todo a la comunidad afroamericana. La prisión de Rikers pone de manifiesto, una vez más, cómo algunas desigualdades sociales se perpetúan década tras década para perjudicar siempre a los mismos. 

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