No es lo mismo el “¡ay!” cuando te pillas un dedo que el “¡uy!” cuando comentes un error.  ¿Qué tiene que ver en esto el cerebro?

Ocurre de forma inmediata. Te das cuenta de que se te ha olvidado reservar la pista de pádel, o… ¡que has quitado la anilla de la granada! (quizá aquí nos hemos pasado con el ejemplo). Pero son millones los momentos comunes, «momentos ¡uy!». Ahora, un equipo científico ha desvelado los mecanismos cerebrales que hay detrás de esta función, y nada tienen que ver con otra de las expresiones más comunes del ser humano, el «¡ay!».

Ambas son expresiones instantáneas, que no pasan por la razón, ni da tiempo a pensarlas. Sin embargo, para el cerebro no es lo mismo dolor que error y, de forma automática, lo asocia a una expresión u otra.

Ahora acaban de encontrar los mecanismos cerebrales del “¡uy!”. La investigación se publica en la revista Science y lo interesante es que desvela importantes datos de una región del cerebro fundamental para gestionar la vida diaria, según investigadores del Centro de Ciencia y Medicina Neural del hospital Cedars-Sinai de Los Ángeles.

Los investigadores descubrieron cómo las señales de un grupo de neuronas en el lóbulo frontal del cerebro dan a los humanos la flexibilidad para aprender nuevas tareas y la concentración para desarrollar habilidades muy específicas. Hasta aquí, todo bien. Pero hay momentos en las que esas tareas no salen bien. Entonces…

Una señal que dice que lo has hecho mal

Para llegar al ¡uy!, lo que han encontrado es que el control de la ejecución o rendimiento es una señal interna, una especie de «feedback» autogenerado, que permite a una persona saber que ha cometido un error. Si no gira a la derecha justo a tiempo, si no ha puesto sal a la mayonesa, si… cualquier error dispara el ¡uy!

«Ese momento de ‘¡ups!’ es el control del rendimiento que entra en acción», subraya Zhongzheng Fu, otro de los autores del estudio.

Estas señales ayudan a mejorar el rendimiento en futuros intentos al transmitir información a las áreas del cerebro que regulan las emociones, la memoria, planificación y resolución de problemas.

Es decir, cada vez que dices ¡uy! estás aprendiendo, le estás remarcando a tu cerebro que eso ha sido un error, y que mejor que no se repita (sobre todo, si se trata de la anilla de la granada).