Los nuevos productos que calientan tabaco sin quemarlo ofrecen la promesa de reducir los daños para millones de fumadores que no están dispuestos a dejar los cigarrillos, ¿cómo funcionan?

A pesar del estigma de las drogas, especialmente las psicotrópicas, que alteran el cerebro, hay un par de ellas que se consumen de forma legal en todo el mundo. La primera es la cafeína. La segunda, la nicotina.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que hay unos 1.300 millones de fumadores en todo el mundo, el 80% en países pobres, que representan un 22% de la humanidad. Quemar hojas de tabaco e inhalar el humo que producen es la forma más habitual de consumir nicotina, y este es precisamente el problema.

El tabaco mata a la mitad de quienes lo consumen, más de ocho millones de personas cada año. Unos siete millones de esas muertes se deben al consumo directo de tabaco, mientras que el resto son consecuencia de la exposición de los no fumadores al humo ajeno.

Sin embargo, a pesar de lo que se cree, en la mayoría de los casos no es la nicotina la causante de esas muertes. Las enfermedades asociadas al consumo de tabaco, como las enfermedades cardiovasculares, pulmonares o el cáncer, son consecuencia de los compuestos tóxicos que se producen en la combustión de las hojas de la planta.

¿Es posible administrar nicotina sin inhalar humo tóxico? Esto es algo que se lleva haciendo desde hace años: chicles, parches, rapé, tabaco de mascar, y más recientemente, los famosos cigarrillos electrónicos para vapear. Sin embargo, a lo largo de los siglos, ninguna de estas formas de suministro de nicotina ha tenido aceptación suficiente entre los fumadores. A pesar de que la nicotina es la sustancia que crea la adicción, hay otros factores psicológicos aún por esclarecer que hacen que estas personas, una sexta parte de la humanidad, sigan prefiriendo respirar humo.

Cómo funciona la nicotina

La nicotina, independiente del humo del tabaco, tiene tanto riesgos como potenciales beneficios. En el cerebro, actúa como estimulante al suplantar a un neurotransmisor propio, la acetilcolina, que desempeña un papel crucial en las funciones cognitivas del cerebro, como el aprendizaje, la memoria y la atención, y desencadena la liberación de otros neurotransmisores como la dopamina, la norepinefrina y la serotonina.

Algunos de los efectos de la nicotina en el cerebro incluyen una mejora de la función cognitiva, especialmente la atención, el aprendizaje y la memoria, tanto en individuos sanos como en aquellos con deficiencias cognitivas, como la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad de Parkinson. Además también produce una sensación de recompensa y placer.

Pero la nicotina produce una sobrestimulación de estos sistemas, y si se consume con suficiente frecuencia, en unas pocas semanas el cerebro se adapta y produce receptores extra. Esto quiere decir que cuando no hay nicotina en sangre, estos receptores adicionales se quedan sin estimulación, y la persona se siente baja de ánimo y lenta, con lo que necesita seguir consumiendo nicotina. Así funciona la adicción a la nicotina y al tabaco.

Qué hace el humo del tabaco en tu organismo

Muchos fumadores intentan hacer de menos los daños del humo del tabaco comparándolos a los de la contaminación atmosférica producida por el tráfico y, solo en parte, tienen razón. Muchos de los tóxicos presentes en el humo del tabaco también salen por el tubo de escape de los coches. Sin embargo, cuando alguien fuma está absorbiendo una concentración cientos de veces superior de estas sustancias. Tendrían que respirar directamente de ese tubo de escape para tener efectos negativos parecidos.

El humo de los cigarrillos contiene miles de sustancias químicas, de entre las cuales unas 70 son cancerígenos conocidos. Como ocurre al quemar gasolina, la mayor parte de las sustancias tóxicas presentes en el humo del tabaco se deben a la combustión, que en los cigarrillos se produce a una temperatura muy elevada, de alrededor de 700ºC.

Algunos de los tóxicos presentes en el humo de los cigarrillos son el monóxido de carbono, formaldehído, el acetildehido, las aminas aromáticas, los hidrocarburos policíclicos aromáticos, las nitrosaminas, las acrilamidas, el cloruro de vinilo, el arsénico, el benceno, y metales tóxicos en dosis altas como el berilio, polonio radioactivo, cadmio y cromo. Algunos de estos compuestos, como las acrilamidas, agotan el glutatión, uno de los principales antioxidantes presentes en el organismo, lo que contribuye a que se produzcan daños en las células y tengan efectos cancerígenos. Otros atacan directamente a los tejidos, en particular al epitelio que recubre los vasos sanguíneos, y lo que hace que el tabaco sea la principal causa de las enfermedades cardiovasculares.

Si hubiera una fuga de cualquiera de estas sustancias cancerígenas, la gente correría a refugiarse en sus casas y se podría una máscara de gas. En su lugar, millones de personas las inhalan a propósito cada pocos minutos.

Chicles, parches y vapeadores

Desde que el tabaco se reveló como el enemigo número uno de la salud a partir de los años 70, ha habido varios intentos de que los fumadores, un mercado inmenso, consumieran productos alternativos. Los parches, chicles, caramelos y el snus, unos pequeños paquetes de tabaco o nicotina que se colocan sobre las encías y que son populares en los países nórdicos.

En los últimos 20 años han aparecido además los vapeadores, dispositivos que vaporizan una solución que puede contener nicotina u otras sustancias. Sin embargo, con la excepción del snus en los países donde se consume (la proporción de fumadores de cigarrillos en Suecia está en tan solo el 5%) ninguno de estos métodos ha logrado apartar a los fumadores de los cigarrillos.

Ni siquiera los vapeadores. Estos dispositivos registran un elevado índice de lo que se llama consumo dual, es decir, que en lugar de ayudar a los fumadores a dejar los cigarrillos, alrededor el 56% consumen a la vez cigarrillos y productos de vapeo. También son preocupantes los elevados números de jóvenes y menores de edad que empiezan a consumir estos productos, que en EEUU incluso se comercializan con sabores y mensajes destinados al público juvenil, y que terminan consumiendo cigarrillos como fuente de nicotina.

Sin embargo, este uso dual también da una de las claves de por qué es tan difícil abandonar los cigarrillos. Alrededor de un 50% de los fumadores de cigarrillos quieren dejarlo, pero solo lo consiguen un 7,5%. ¿Qué está pasando?

A partir de las experiencias de los fumadores duales, se ha averiguado que muchos de ellos, mientras vapean, sienten «nostalgia» del tabaco real. Algo en la experiencia de ponerse un cigarrillo en la boca y aspirar es tan adictivo como la nicotina que contiene. Los investigadores creen que es una combinación del componente social del tabaco, e instintos tan primarios como el reflejo de succión y las propiedades organolépticas (sabor, aroma, temperatura) del humo del tabaco.

Reproducir la experiencia, eliminar las toxinas

La multinacional Philip Morris es una de las mayores tabaqueras del mundo, y es controvertida por su historial de ocultar pruebas científicas sobre los efectos del tabaco en la salud sobre todo en los años 60 y 70, una historia reflejada en la popular serie Mad Men. Si embargo, la compañía también es la propietaria de una patente para consumir tabaco sin humo que potencialmente podría cambiar la forma en la que los fumadores consumen estos productos.

Su producto IQOS tiene el aspecto de un dispositivo de vapeo, pero se trata de algo totalmente diferente. El dispositivo más avanzado dispone de una batería y un calentador por inducción en el que se insertan los cartuchos que contienen tabaco real, micronizado y enrollado en espiral. Este tabaco se calienta a unos 300ºC en ausencia de oxígeno, con lo que no se produce combustión.

En su lugar, se libera un aerosol que contiene la misma concentración de nicotina que el humo del tabaco, pero en el que, según fuentes de la compañía, se ha eliminado el 98% del monóxido de carbono y de media, un 95% de los tóxicos más habituales en los cigarrillos. Según informaciones de PMI, esta reducción no implica una reducción comparable del riesgo. Sin embargo, la posible disminución del daño producido por el humo de los cigarrillos convencionales es evidente.

Esto no quiere decir que el producto sea inocuo. En estudios sobre la toxicidad realizados en 2018, varios artículos publicados en la revista Tobacco Control concluyeron que los propios datos de la empresa no respaldaban plenamente esas afirmaciones. Aunque IQOS puede tener niveles más bajos de algunos tóxicos que los cigarrillos, podría exponer a los consumidores a niveles más altos de otros compuestos. Sin embargo, estos estudios se realizaron con la versión anterior del dispositivo que utilizaba una «lanza» térmica que perforaba el cartucho, en lugar del calentamiento por inducción como los actuales. Esta tecnología requería una limpieza frecuente, que en caso de no realizarse producía residuos que después se sometían al calor. La tecnología de inducción, por el contrario, no necesita limpieza y no deja residuos en el dispositivo.

Quizá lo más interesante de este producto sea su impacto en el llamado uso dual. Los fumadores que han empezado a usarlo declaran anecdóticamente que la experiencia es muy similar a la de fumar cigarrillos. Esto puede explicar por qué, según las cifras de PMI, en el mundo hay 25,8 millones de usuarios de IQOS, de los cuales el 72% han dejado por completo el cigarrillo y lo han sustituido por este nuevo producto. En Japón, uno de los mercados donde este producto disfruta de una mayor implantación, el porcentaje sube al 83%, y un estudio reciente considera que la reducción en las ventas de cigarrillos y su sustitución por productos de tabaco sin humo podría estar relacionada con una reducción en las hospitalizaciones por afecciones pulmonares.

Según la directora científica de PMI, Gizelle Baker, hay un periodo de transición porque el producto funciona de forma diferente a los cigarrillos, y esto puede ayudar a evitarlos. «Con los cigarrillos, si cambias a otro tipo que tiene menos nicotina, lo que la gente hace, sin ser conscientes, es compensarlo, inhalando más profundamente y manteniéndolo más tiempo en los pulmones, para absorber más. Pero con este producto, si inhalas más profundamente, entra más aire frío, la temperatura baja, y se produce menos aerosol. Así que la gente tiene que aprender a usar el producto. Imagínate, si lo combinan con cigarrillos, tendrían que cambiar cada vez de comportamiento».

No es inocuo

La nicotina es una de las sustancias más adictivas que se conocen. Potencialmente puede crear una fuerte dependencia en las personas que la consumen, tan fuerte, que la forma en la que la obtienen pasa a un segundo plano, aunque afecte gravemente a su salud, como atestiguan los millones de fumadores en el planeta. Los adolescentes son especialmente vulnerables, y de acuerdo con los estudios, la mayoría de quienes se exponen a la nicotina a edades tempranas desarrollan dependencia más adelante y tienen dificultades para dejarlo.

Los productos alternativos al tabaco, como los cigarrillos electrónicos que vaporizan líquidos con nicotina, ya se perciben en la sociedad como más saludables, y están creando un grave problema de salud entre los adolescentes en países como EEUU. Existe un riesgo potencial de que algo parecido ocurra con los productos de tabaco calentado.

No obstante, para los millones de fumadores que no consiguen abandonar el tabaco, lo más urgente es minimizar los riesgos. Los productos que calientan tabaco sin combustión como IQOS pueden servir a estas personas para limitar el daño que se hacen a sí mismas y a quienes les rodean. «Este no es un producto diseñado para dejar de consumir nicotina», afirma Gizelle Baker, «está diseñado para suministrar nicotina de forma que la gente abandone los cigarrillos y no vuelvan a ellos, pero la nicotina sigue siendo adictiva, si las personas quieren dejarlo, es un proceso diferente y es importante que la gente sepan que hay productos destinados a dejarlo».

Son productos muy recientes y es necesario disponer de estudios que evalúen sus efectos a largo plazo y en distintas poblaciones, y que establezcan una relación entre la reducción de productos tóxicos y la reducción del daño, que aún no está disponible. Pero cualquier cambio en las costumbres que aleje a las personas del humo de los cigarrillos es seguramente un paso en la dirección correcta.