Cuando leemos que Google realizó en 2010 unas 500 mejoras de su algoritmo de búsqueda, en parte están hablando de Javier Arias. Se podría decir que es «el hombre que susurraba a los buscadores». Desde Londres, trabaja para que el buscador (más del 90% de las búsquedas en España) nos entienda mejor, nos atienda del modo más personalizado posible. Digamos que es de los que mejoran la “intuición” del robot para que sepa que cuando tú tecleas “morcilla” estás pensando en comer, y cuando lo hace tu vecino actor, busca “improvisaciones” para su texto.

‘Quizá quiso decir…’
Arias nos cuenta que primero tienen que preparar al algoritmo de búsqueda para prever que el usuario no siempre está en lo cierto al preguntar: “Cuando la petición tiene demasiadas palabras es posible que haya errores en lo que pide, y el reto es decirle al usuario: ”. Es lo que en su equipo llaman “gestión del error del usuario”. Sin que lo sepamos, el buscador añade sinónimos por si pueden ayudar a mejorar los resultados finales.

Sé quién eres
No es que sepan quién eres con nombre y apellidos, pero sí deducen un perfil: “Google utiliza el contexto de la persona (qué idioma habla, desde dónde busca, qué está buscando otra gente del mismo contexto en ese momento, qué ha buscado antes, qué más preguntó cuando preguntó eso mismo otra vez, qué otras búsquedas han hecho sus amigos –solo para usuarios registrados y con la sesión abierta–…) para inferir qué necesita exactamente y darle un resultado personalizado”.

¿Miedito? Pues añade: “Para aprender cosas que puedan sernos útiles en el futuro, estudiamos mediante estadística en qué sitios pinchó el navegante después de desplegarle los resultados, o qué otras cosas hizo. Eso nos ayuda a afinar”, a conocerle mejor, en pocas palabras. Esas deducciones se utilizan también para que, según tecleas, te aparezcan sugerencias de lo que probablemente estabas buscando: “El éxito de esas recomendaciones es muy alto. Así nació Google Instant: estoy tan seguro de que es esto lo que persigues que te doy los resultados sin esperar a más”.

Cómo aprende Google
Para comprender nuevas palabras (“mileurista”, por ejemplo), Arias cuenta que: “La propia estadística que maneja el buscador ayuda a que el algoritmo de Google sepa ir cambiando los resultados a medida que cambian los usos del lenguaje, así que no requiere intervención humana. Solo interviene alguien cuando se observa que hay un tipo de búsqueda que siempre queda insatisfecha, que el usuario no pincha en ningún enlace, para ver qué falla en el algoritmo”.

Redacción QUO