Apóyate con un brazo contra la pared e intenta subirlo con todas tus fuerzas.
Tras un par de minutos de esfuerzo, sepárate y comprobarás cómo el brazo ‘relajado’ se empecina en subir sin que nadie se lo ordene.
Este efecto se conoce como la ilusión de Kohnstamm y depende de la memoria motora.
El brazo sigue haciendo fuerza, porque el cerebro y el músculo se habían acostumbrado a ello y tardan unos segundos en quitar el ‘piloto automático’ y adaptarse ante la nueva situación.
Redacción QUO