La pregunta ética favorita de los investigadores de toda disciplina es: ¿todo lo que puede hacerse debe hacerse? Pues he aquí otro ejemplo: Facebook ha empezado a utilizar el reconocimiento de caras para etiquetar fotos, o sea, que pone nombre a tus amigos que salen en ellas; y sin preguntarte ni a ti ni a tus colegas. El sistema busca en otras fotos que ya etiquetaste con esa cara y ese nombre, para comparar.

De ese modo, saca muchas conclusiones que no nos cuentan y que le permite, entre otras cosas, colocar más y mejor la publicidad. La Comisión Europea está pensando en prohibir que la opción esté activa por defecto, es decir, que las fotos que suban los usuarios europeos se etiqueten de forma automática –se cuelgan 3.100 millones al mes de los 750 millones de almas que habitan todo el “caralibro”–. Y Facebook replica que las opciones de privacidad son fáciles de cambiar.

Lo cierto es que Google también sabe reconocer caras (y objetos), pero dice que no lo va a usar (es muy útil en la búsqueda de imágenes y vídeos de YouTube) hasta que no se asegure de que no violará la privacidad de nadie. ¿Nos lo creemos? Porque los usos pueden ser decenas, y no todos deseables. Un ejemplo: sales en una foto de Google Street View, reconocen tu cara y ya pueden asociar tu nombre a tu dirección.

Redacción QUO