En los orígenes de la informática, un telar (sí, sí, un telar) hacía las veces de procesador. Las ‘máquinas de coser’ de la época perforaban unas tarjetas que funcionaban como lo hacen hoy los bits, solo que en lugar de ceros y unos había agujeros y no agujeros. Un código binario primitivo pero que sigue en la base de todas las innovaciones en materia de almacenamiento informático.

Sin ir más lejos, esta filosofía es la misma que se encuentra detrás del último y sorprendente hallazgo de un grupo de investigadores de la Universidad de Aalto (Finlandia), que han desarrollado un método para guardar datos en el último lugar donde pensabas encontrarlos: en gotas de agua.

¿Y cómo es que un material tan aparentemente poco tecnológico puede efectuar operaciones lógicas como si de una placa de chips se tratase? Aprovechando los rebotes que se producen al colisionar dos gotas de agua sobre una superficie superhidrofóbica, es decir, altamente repelente para el líquido elemento. Solo hay que inclinar ligeramente la superficie, y see comportan como si de bolas de billar se tratase.

En su estudio, publicado en la revista Advanced Materials, estos investigadores utilizaron una superficie de cobre cubierta con plata y modificada químicamente con un compuesto fluorado. Gracias al efecto de repulsión que produce en las móleculas de agua, esta mezcla se utilizó para fabricar conductos que guían a las gotas por una ruta preestablecida, permitiendo efectuar operaciones booleanas, base matemática de la mayoría de lenguajes de programación.

Dejan así la puerta abierta a la fabricación de dispositivos informáticos (poco complejos) con H2O en sus venas. Eso sí, no esperéis que Apple y Samsung se enfrenten de momento por la hegemonía del mercado de ‘aquamóviles’.

Más claro el agua. Y, si no, aquí tenéis un par de vídeos que muestran el proceso.

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Redacción QUO