La tecnología ya está disponible y son varios los fabricantes, como General Motors y Ford, que tienen desarrollados coches que pueden conducir sin conductor e incluso realizar maniobras de aparcamiento sin que nadie vigile la maniobra. Las posibilidades que abren estos prototipos son innumerables. Los conductores se verán liberados de la fatiga que supone realizar grandes desplazamientos y se aumentarán los niveles de seguridad. Mecanismos como la lectura automática de señales, las alertas de cambio involuntario de carril, el mantenimiento de la distancia con el coche precedente y varios sistemas y radares más ya vigentes así lo han demostrado. Sin embargo, todavía no se comercializa ningún coche autónomo ¿Por qué? Falta una legislación adecuada que regule su funcionamiento. ¿Qué pasa si se produce un accidente? ¿De quién es la responsabilidad? ¿Quién paga los daños? ¿Y si hay una infracción? Aseguradoras, fabricantes, compañías de software y legisladores quieren tener claro todo esto antes de permitir la circulación de estos vehículos en las carreteras.
Por si estas incertidumbres fueran pocas, se abre un nuevo frente. El FBI considera que pueden ser utilizados para cometer fechorías –al no tener que conducir, el posible delincuente podrá prestar toda su atención a disparar desde la ventanilla–, según publica la agencia RT y, lo que es peor, pueden ser empleados para cometer actos terroristas. A partir de ahora los que se inmolarán son los coches y no las personas desesperadas.
Marta García Fernández