Desde hace décadas llevamos oyendo historias relativas a los peligros de hacer autostop. Los conductores alegaban que nunca se sabía a quien se recogía. Y los autoestopistas recibían prudentes consejos en el sentido contrario: «No te montes en el coche de cualquiera». Las autopistas de todo el mundo están llenas de historias truculentas, sobre espectros que aparecen en las curvas, y psicópatas sobre ruedas o que hacen dedo, buscando incautos que se conviertan en su próxima víctima.
La mayoría de dichas historias solo son leyendas urbanas (o rurales) pero, en ocasiones, esos «cuentos de terror» se vuelven trágicamente reales. Y la última víctima ha sido HitchBOT, el robot autoestopista del que ya hablamos hace unos días. Este ingenio diseñado en Canadá estaba recorriendo Estados Unidos haciendo autostop. Pero su viaje ha acabado de la manera más cruel posible.
Los restos del robot fueron encontrados en las afueras de Filadelfia. Y nunca mejor dicho lo de restos, porque el pobre robot había sido asesinado y despiezado de forma sádica. Vamos, que se ensañaron con él. Sus creadores están consternados por tanta saña, pero han dicho que van a a tratar de reconstruir y revivir a HitchBot para que siga con su viaje.
Esperemos que el robot tenga un buen sistema de memoria y esta desagradable experiencia le haga ser más precavido en el futuro.
Redacción QUO