Un estudio de la Universidad de Boulder, Colorado y de la Administración Nacional de la Atmósfera y los Océanos (NOAA) permitiría reducir la emisión de gases de efecto invernadero un 78% por debajo de los niveles de 1990 en 15 años, manteniendo los aumentos en la demanda.
La clave es la mejora en las infraestructuras de transmisión de energía y el uso de las renovables. Pese al aavance en el rendimiento de la energía solar y eólica, el gran obstáculo de ambas era que se trata de fuentes intermitentes, lo que había forzado a crear sistemas para seguir produciendo energía cuando el sol no brillaba o el viento no soplaba. Pero Alexander MacDonald, antiguo director de NOAA y coautor del estudio publicado en Nature Climate Change, buscó, y encontró, una solución: equiparar la generación de energía a las condiciones meteorológicas.
Utilizando mapas en alta resolución realizados por NOAA y datos estadísticos para descubrir los sitios donde los vientos se presentaban con mayor constancia y el sol se alzaba durante más horas al año. Con ello construyeron un modelo que contempla la demanda, el precio de transmisión y producción, el coste de adaptar el sistema a las renovables y las emisiones producidas en el proceso.
“Nuestros resultados muestran que una transición hacia las renovables puede conseguirse con la tecnología actual y de un modo comercialmente accesible”, señala MacDonald. De acuerdo con el modelo creado por su equipo, en 2030, las emisiones de CO2 estarían un 33% por debajo de los registrados en los años 1990 y el precio del kilovatio/hora sería de 8,6 céntimos, por debajo de los 9,4 de 2012. Esto si los costes de desarrollo y fabricación de paneles y turbinas para renovables fuera el más alto predicho. Pero si es el más bajo, las emisiones se reducirán al 78%.

Juan Scaliter