La era digital ha dado un vuelco absoluto a todo lo que crees que conoces. Hasta las órdenes de registro han evolucionado… Pero a peor, según el catedrático de Ley y Ética de la Universidad de Georgia State, Clark Cunningham. El abogado ha detallado, en la web The Conversation, cómo el gobierno federal está aplicando este antiguo procedimiento para leer correos electrónicos de sus ciudadanos a mansalva. Y por qué es improbable que jamás lleguen a enterarse de que han sido espiados.
El procedimiento empleado se basa en requerir las órdenes para intervenir la información que posee la empresa que provee el servicio. El usuario no sabe que dicha orden existe. La autoridad competente puede hacerlo en base a la Ley de la Privacidad de las comunicaciones electrónicas norteamericana, de 1986.
Según el académico, la Cuarta enmienda de la Constitución estadounidense, que ha protegido a sus ciudadanos contra las pesquisas y las aprehensiones arbitrarias, ha quedado en papel mojado. Al menos en lo que a contenido almacenado en la nube y a teléfonos móviles se refiere. “Afortunadamente, por fin están haciéndose públicos los esfuerzos del Gobierno, gracias a las batallas legales abiertas por Apple, Microsoft y otras grandes empresas”, opina Cunningham.
El hecho de que las compañías no están autorizadas a comunicar a su cliente que los federales están vigilándole es una clave importante para evitar abusos. Microsoft entiende que eso viola los derechos constitucionales de sus clientes, y de la propia empresa, y eso la ha llevado a juicio. Según ha desvelado la compañía, en 20 meses recibió 3.000 requerimientos para acceder a cuentas de sus clientes. Y dos tercios fueron permanentes: podían ver lo que quisiera y sin límite de tiempo.
El gobierno federal se escuda en la dificultad para acceder a los correos relevantes para justificar su intención de leerlo todo. Y ya está aplicando el procedimiento a los teléfonos móviles. Cunningham cita el ejemplo de un abogado a de cuyo teléfono descargaron 90.000 ficheros, incluyendo mensajes, correos, fotos y listas de contactos. El caso está pendiente de juicio. Y el fisgoneo no cesa.
Redacción QUO