Recientemente hemos escuchado o leído como algunos de los mejores jugadores de Go y de póker han sido derrotados por la inteligencia artificial. Parece que la máquina siempre vence al ingenio humano. Pero aún queda un resquicio para la esperanza, y se encuentra en una jugada de ajedrez que se ha convertido en el último bastión del orgullo de nuestra especie.
En realidad, más que una jugada se trata de un acertijo. Fue diseñado por Roger Penrose para tratar de averiguar que diferencia al ser humano de las máquinas.
[image id=»88663″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]La cuestión que plantea dicho acertijo es: «Las blancas juegan y no pierden». Pero, ¿cómo?
En apariencia parece que las negras tienen superioridad y, así es, al menos numéricamente. Pero, tal y como están dispuestas las piezas, las blancas solo tienen que limitarse a mover su rey evitando que lo coman los alfiles (cosa bastante sencilla). Y así, si en 50 movimientos nadie come una pieza, la partida se declara en tablas. Incluso, si el jugador que maneja las negras comete algún fallo, las blancas podrían dar jaque mate.
Está comprobado que un buen jugador de ajedrez (a nivel de simple aficionado) puede ver la solución en unos pocos segundos. Mientras que el ordenador necesita tomarse más tiempo para analizar todas las posibilidades de movimientos de las piezas.
Al final, el ordenador llega a las mismas conclusiones que el jugador humano (por lo tanto, no es del todo cierto que no pueda resolver la jugada), pero el humano es capaz de hacerlo con más rapidez y agilidad.
Ahora, los miembros del Penrose Institute, en Gran Bretaña, han recuperado este acertijo creado por su maestro para utilizarlo en un experimento en el que pretenden revelar como se producen esos momentos de inspiración que a veces nos caracterizan.
Fuente: IFL Science.
Vicente Fernández López
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