Hablamos con ella en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, donde actuó el 4 de junio con su 
espectáculo de pop electrónico Una mirada diferente. Elegante y segura, sus movimientos revelan la perfecta integración de la 
prótesis en su pierna izquierda. 
Tras años de operaciones por un problema de nacimiento, a los 
20 años se decidió por una amputación por debajo de la rodilla. Lejos de esconderla, ha colaborado con artistas y tecnólogos para diseñar miembros artificiales que abanderan su imagen y su reivindicación de igualdad, siempre en pos de la vanguardia. El Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) la eligió como miembro de su programa Director’s Fellows, que aglutina a figuras de muy diversos campos con alto potencial para acelerar la innovación tecnológica y social.

P. ¿En qué sentido son 
biónicas sus prótesis?

R. Para mí, es una forma de expresar que en mi cuerpo se integran partes artificiales. Hay quien se pone muy puntilloso con si eso es biónico o no, pero a mí me da exactamente igual. El próximo año voy a trabajar con el profesor Hugh Herr, del MIT, en un proyecto para introducir en el músculo implantes que controlen la prótesis. También me interesan las prótesis femeninas.

P. ¿En qué consisten?

R. Piernas elegantes y funcionales. Resulta vergonzosa la cantidad de regulaciones en torno al bienestar de la mujer en estos aspectos. En América el seguro no cubre una pierna con tacón, no lo considera importante. Es más, en una década no se ha investigado esto. Creo que estoy en posición de marcar la diferencia aquí.

P. Usted nació en Letonia y a los 12 años su familia emigró a Londres. ¿Un gran cambio?

R. Yo crecí bastante recluida, en un entorno problemático por mis dificultades de salud y en una sociedad postsoviética increíblemente rígida, estrecha de mente y sin imaginación. Algo que mi mente de niña percibía como erróneo. Al llegar a Londres, yo no hablaba inglés, ni conocía a nadie, pero me zambullí en todo lo que la ciudad tenía que ofrecer. Era 1999 y todo era tan vivo y variopinto… Probé muchas cosas y me quedé con todo lo que me iba bien y me divertía.

P. ¿Cómo llegó a la música?

R. Fui al colegio, en total, unos tres años. Entre los 6 y los 9 mis operaciones no fueron tan frecuentes y recibí clases de piano y solfeo y canté en la banda local. Pero me aburría lo de practicar durante horas y lo dejé. Cuando a los 16 entré en contacto con el arte de vanguardia y los vídeos retomé las clases de música. Trabajé con algunos productores escribiendo canciones y, en la época de mi transformación biónica, conocí a un par de mentores que me animaron a perder el miedo y volver a la música.

[image id=»90480″ data-caption=»Viktoria Modesta posando con la prótesis utilizada en su vídeo Prototype, toda una alegoría del empoderamiento.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

P. ¿Ha tenido más mentores?


R. La primera fue mi madre, a pesar de que solo tenía 17 años cuando yo nací. Era enérgica y rebelde. Me parece esencial tener desde muy pequeño a 
alguien que apoye tus ideas. 
Y ella siempre creyó que yo 
iba a hacer algo muy especial. 
Lo curioso de los mentores es que llegan cuando no los esperas y a veces no los valoras hasta años después. Por otro lado, aparte de esos mentores humanos, 
la primera parte de mi vida estuvo dominada por (parece dudar y crea así un ligero suspense)… Disney.

P. ¿Los dibujos?

R. Sí. Pasaba muchísimo tiempo en mi mundo y supuso una auténtica guía, muy útil después. Me convencí de que todo es posible, de que la magia existe y de que consiste en reescribir tu historia y tu camino. Y saber que no todo lo que parece fijado y establecido lo es. Es fluido y uno debería poder cambiar las cosas.

P.De nuevo la imaginación.

R. Es curiosa la finísima línea entre alguien demasiado soñador, casi delirante, y alguien digno de admiración. Durante muchos años, la gente me miraba como preguntando: ¿pero qué pretendes? Sin embargo, cuando consigues alzar el velo y la misma gente ve lo distintas que 
pueden ser las cosas, lo que 
dicen es: “¡claro, qué alucinante!”. La imaginación es 
el ingrediente principal de 
todo progreso.

«Participo en estudios sobre prótesis femeninas, por ejemplo, piernas con tacón, elegantes y funcionales»

P. He leído que no le gusta el término discapacidad. ¿Cómo expresaría su condición?

R. No podría decirle. Hace 
años que colaboro con el MIT 
y hemos investigado el estado 
del lenguaje que rodea la discapacidad. La manera en que se usa en distintos países y publicaciones. Es un tema espinoso. Porque yo lo veo desde el ángulo 
opuesto al habitual. Para mí 
las personas no somos iguales 
por defecto, sino completamente distintas. Eso cambia la forma de ver muchas cosas.

P. ¿También la discapacidad?

R. Sí, es un término muy variable. He conocido a muchas personas normales en el sentido convencional, que para mí tenían una total incapacidad social. 
Por supuesto, soy consciente 
de que existen discapacidades muy graves y hay muchos niveles en la capacidad de participar en la sociedad. Pero sí puedes 
participar, ya no vivimos en la Edad Media. Tenemos muchos talentos que desarrollar y mostrar. Un ejemplo es Stephen Hawking, pero también los 
muchísimos trabajadores que van en silla de ruedas –rapidísimo– por el aeropuerto de México, donde acabo de estar.

P. ¿Hay que normalizar más estas actitudes?

R. Por supuesto. Es muy importante que algunas personas dediquen su vida a luchar por estas causas. Pero creo que también lo es ir diseñando lo que ocurrirá cuando todos nos hayamos puesto de acuerdo en que merecen la pena. Y personalmente me interesa más esa búsqueda.

P.¿Cómo ve esa etapa?

R. Después de participar en este complejo panorama de ciencia, tecnología y artes escénicas, he tenido la gran revelación de 
que dentro de 5 o 10 años no 
habrá diferencia entre los dispositivos médicos y la tecnología 
personal. No importará si llevas alguno puesto o implantado en las orejas, los ojos u otra parte 
del cuerpo. Me produce muchísima curiosidad esa exploración 
posthumana, postdiscapacidad.

P. Y la observa muy de cerca.

R. He tenido la gran suerte de trabajar con increíbles personalidades de la ciencia y la tecnología, que me recibieron con los brazos abiertos a pesar de no provenir de su campo. Me interesa muchísimo dar vida a sus trabajos y crear a partir de ellos. La ciencia y la innovación son quizá lo más parecido a la magia.

P. Su obra rebosa estética. ¿Ayuda a crear conciencia?

R. La cultura popular se ha visto devaluada automáticamente por integrarse en una maquinaria que pretende vender algo. Pero, te guste o no, es diseño, y el diseño tiene mucho poder. Aunque yo me topé con él, no partí de una concepción muy profunda del mismo. Por ejemplo, en mi vídeo Prototype, encargado por [la cadena británica] Channel4 utilizo una prótesis negra en punta. Se me ocurrió directamente a partir del mensaje y los sentimientos que quería expresar.

P. Cuando lleva luces en prótesis que otros esconderían, ¿se produce el mismo efecto?

R. Totalmente. El diseño es fundamental. Pero también tiene muchísima importancia la forma de contar las historias. Creo que es lo que le ha faltado a la ciencia y la tecnología a la hora de venderse. En todas sus fases. Debemos tender puentes entre el conocimiento y los conceptos más populares, entre el mundo de la academia y la cultura popular. Yo funciono en ambos y no creo que existan esas enormes diferencias que la gente asume.

P. ¿No son reales?

R. Se expresan con lenguajes distintos, pero todos estamos hechos de lo mismo: vida familiar, social, dramas de trabajo… En mis proyectos trato de juntar a personas de orígenes diversos. Al principio, reina el pánico. Alguien se cree demasiado inteligente para un fotógrafo de moda, a quien prejuzga como una reina gay con mala uva. Este presagia la falta de gusto de los demás y se indigna. Yo intento enfocarlos en un objetivo común. Antes de darme cuenta, están todos bromeando. Vivimos con tantas fronteras imaginarias que, cuando dejamos de creer en ellas, lo experimentamos todo de otra forma.

P. ¿Y sus planes de futuro?

R. Aplicar las investigaciones y contactos de los últimos dos años. Me interesa trascender el cuerpo humano, investigar cómo puedes rediseñarlo todo, de la imagen a la identidad. Ser tu propio arquitecto. Seguimos hablando de romper estereotipos o cambiar la percepción de la belleza. No lo conseguiremos solo con campañas. Hay que salir al mundo, alcanzar la excelencia en lo que haces y convertirte en modelo. Para mí ese es el progreso auténtico. Cuando haces algo extraordinario, todo el mundo deja de lado sus reparos y lo admite. Está a punto de producirse un gran cambio cultural y yo espero situarme en la primera línea. n

Redacción QUO