Hace unos días la corporación militar rusa Rostec presentaba varios modelos de tanques y cascos invisibles para sus soldados. Según el entorno en el que se encontrasen, cambiaban de color, dificultando a los dispositivos y personal enemigo su reconocimiento sobre el terreno.

La «invisibilidad» no es una capa mágica que impida ver un objeto frente a nuestros ojos, sino una recopilación de tecnologías diseñadas para reducir su señal observable. El diseño de Rusia es innovador porque también complica la identificación visual. «El objetivo es que el soldado esté más protegido. Su vestimenta será como la de un camaleón: se mimetizará con el entorno», ha declarado el CEO de Rostec, Sergey Chemezov. «Tras conseguir esto, será posible aplicarlo a tanques y otro equipamiento militar».

Habitualmente el método de invisibilidad ha estado reducido a aviones de combate. La primera vez que se introdujo este término en el ámbito militar fue en 1970, y nada tenía que ver con la invisibilidad que imaginamos: Estados Unidos consiguió crear un bombardero cuya señal en el radar fuese del tamaño de un pájaro. Desde entonces, los bombarderos y cazas han desarrollado nuevas técnicas para reducir sus señales en los radares enemigos.

Los tanques, sin embargo, están desprotegidos sobre el terreno. Según DefenseOne, para que un tanque sea «invisible» debe ser silencioso y reducir sus emisiones de infrarrojos. Investigaciones recientes sobre membranas de grafeno revestidas de iones ofrecen grandes posibilidades para conseguirlo: aplicadas a la superficie de los tanques, pueden eliminar o reducir sus emisiones infrarrojas.

Los sensores de infrarrojos son habituales en los ejércitos modernos, y muchos misiles antitanque, como el estadounidense FMG-148 Javelin, están guiados por esta radiación. Enmascararlo provocaría que fuese difícil detectarlos y atacarlos con municiones de precisión.

Los nuevos avances en vehículos eléctricos también pueden reducir el ruido y el calor de los motores, otro de los grandes problemas. Estados Unidos ya está construyendo un prototipo de tanque eléctrico que se mostrará en 2022. «En 10 años, algunos de nuestros equipos de combate serán completamente eléctricos», señala Donald Sando, Adjunto al Comandante General de la Armada de Estados Unidos.

No es la primera vez que se elabora un vehículo eléctrico diseñado para combate. El año pasado, la General Motors preparó un coche eléctrico autónomo, el SURUS (Silent Utility Rover Unviersal Superstructure), que utilizaba combustible de hidrógeno. Esto implica un funcionamiento silencioso, pocas emisiones de gas y grandes capacidades de manejo fuera de las carreteras convencionales, lo que incrementa sus beneficios logísticos.

Estados Unidos también baraja la posibilidad de introducir vehículos que tengan su propia fuente de energía y tanques híbridos. La aplicación de estas técnicas podría revolucionar la geopolítica de la guerra.

Fuentes: Popular Mechanics / DefenseOne / Alphr

Redacción QUO