Los avances más sorprendentes en energía solar podrían encontrarse en Arizona. Allí, el Dr. Neal Armstrong esta trabajando con una tecnología que podría revolucionar el mercado energético.
Sobre un panel de cristal, hay una fina lámina de óxido de indio (un metal plateado muy utilizado en fotoconductores y pantallas de cristal líquido), encima de esta, otra lámina de tintes orgánicos y luego una última capa de un electrodo de aluminio. Todo esto mide unos 400 nanómetros de grosor, la diezmilésima parte de un cabello humano y cuando una luz brilla sobre esta superficie, se obtiene energía. La estructura es una suerte de sandwich en la que el contacto entre cada capa debe ser sumamente exacto en términos de la composición química y la orientación de las moléculas. Ahora el desafío de Armstrong consiste en descubrir el mejor modo de disponer las moléculas en este “sandwich”, para obtener la mayor capacidad energética.
Esto lo consiguen con la ayuda de una microaguja de silicona, capaz de insertarse en un espacio de 0,01 nanómetro (como una flecha que hace diana en el centro de una molécula). A través de ella pasan corriente eléctrica hacia la molécula para descubrir sus propiedades y así poder ubicarla correctamente en la lámina.
Finalmente cada “hoja” de energía solar contará con unos cables que permitirán descargar la energía hacia cualquier aparato. Su grosor permitiría fabricar con ella mochilas, camisetas y aún gorras que una vez hayan almacenado la energía suficiente, puedan alimentar la batería de un teléfono móvil, un MP3 o una cámara de fotos.
Redacción QUO