En el siglo XIX surge una nueva rama de la ciencia –la ‘química de los productos naturales’– que consiste en aislar e identificar los principios activos con actividad farmacológica potencial a partir de diversas fuentes naturales –vegetales, microorganismos terrestres…–. Uno de los principales criterios a la hora de escoger la fuente natural a estudiar es el ‘etnofarmacológico’, basado en las medicinas tradicionales de cada país y en el que se deben cumplir una serie de condiciones indispensables: que la tradición popular se remonte a muchas generaciones; que la población haya vivido en esa zona geográfica muchos años y que la flora sea diversa –la población puede probar con más plantas hasta seleccionar la adecuada–.
No tienes remedio
También existe toda una ristra de remedios sin ningún fundamento científico que se transmite de generación en generación. Por ejemplo, se dice que llevar una castaña pilonga en el bolsillo y reponerla cada vez que se agriete resulta muy efectivo para eliminar las hemorroides o que para calmar el dolor de muelas no existe nada mejor quemar un corcho de botella por un extremo, envolverlo en un pañuelo y meterlo en el bolsillo del lado donde se ubique el dolor. Pero todavía hay más:
Simple sugestión. En estos, el truco consiste en realizar un ritual, por absurdo que parezca, con tanta fe que se desencadena una ‘curación mental’. Así, la incontinencia urinaria se supera colocando un plato de cal debajo de la cama e introduciendo una bolsita de lúpulo en la almohada; mientras que el típico mareo ‘in itinere’ se combate descalzándose y colocando una aspirina en el ombligo con un esparadrapo antes de iniciar el viaje.
Gracias a la luna. Estos remedios consisten en aprovechar la influencia de la Luna, las mareas o vaya usted a saber qué otro fenómeno natural o astronómico para alcanzar la curación. De esta manera, la pérdida o debilidad del cabello serán menos problema si se corta el pelo con Luna llena.
¿Será por el efecto de la gravedad lunar sobre los folículos capilares o por un milagro galáctico?
La sabiduría popular afirma que para curar un catarro basta con dormir junto a un plato con ajo o cebolla picados. La explicación científica: el característico olor de estos vegetales es debido a la presencia de moléculas que contienen azufre, las que tienen un efecto muy parecido al de las sulfamidas –importante agente contra infecciones–. Los compuestos presentes en estos alimentos son volátiles y por eso no es descartable que se puedan asimilar a través de las vías respiratorias. Pero esto no es todo.
Además, el ajo y la cebolla son eficaces contra enfermedades bastante más serias como la arterioesclerosis, ya que contienen principios activos capaces de inhibir la agregación plaquetaria responsable de la formación de los coágulos característicos de esta enfermedad.
En el envejecimiento de la piel, que se produce por el proceso de oxidación causado por los radicales libres –unas moléculas que dañan los tejidos celulares–, los vegetales juegan un importante papel preventivo.
Su gran contenido en agua hace que, al utilizarlos en forma de mascarilla, no sólo refresquen e hidraten, sino que, gracias a la elevada cantidad de ’carotenos‘ que contienen –unas moléculas capaces de ‘atrapar’ a los radicales libres– sean capaces de frenar el envejecimiento de la piel.
Ortigas contra las hemorragias
Cuando las ortigas entran en contacto con la piel, los ‘pelos‘ que pueblan sus hojas liberan ácido fórmico e histamina –responsables del picor que producen–. Este último es uno de los agentes químicos que emplea el organismo para estimular, además de los centros nerviosos del dolor, las glándulas mucosas y las plaquetas de la sangre encargadas de formar agregados y restaurar capilares sanguíneos, lo que las hace efectivas para frenar hemorragias.
Antes de que el regaliz se popularizase como el potingue químico que conocemos hoy, se masticaba su raíz debido a su agradable sabor y a sus propiedades terapéuticas, ya que la planta es un magnífico remedio frente a la hiperacidez estomacal y en el cuidado de las úlceras. Esto es debido a que presenta un principio activo, la glicirrina, que estimula la secreción mucosa que recubre las paredes del estómago y las protege frente a los efectos de los jugos gástricos.
Tomar zanahorias es un remedio popular muy habitual para tratar –o prevenir– los problemas relacionados con la vista. ¿El secreto? Contiene betacarotenos, unos pigmentos anaranjados que son los precursores de la vitamina A en el organismo. Esta vitamina es un factor esencial para la vista, ya que es absorbida por las células fotorreceptoras que se encuentran en la retina de cada ojo ayudando a que la información lumínica se transforme en un impulso eléctrico, lo que hace posible que veamos. Su carencia afecta, por ejemplo, a la distinción de colores.
Cuando el organismo está sometido a situaciones de intenso dolor, el cerebro libera endorfinas, unos compuestos endógenos que se encargan de regular internamente el dolor, limitando la transmisión del impulso nervioso y reduciendo así la percepción que tenemos de él. Este es precisamente el sofisticado mecanismo que convierte a la pimienta en un eficaz calmante natural, ya que el intenso ardor que produce en la lengua provoca que el cerebro libere endorfinas y que nuestro sufrimiento se alivie considerablemente. Ahora bien, este no es el único remedio conocido. Todavía hay un analgésico más potente en la ’botica de la abuela’: una infusión a base de amapolas. Pero ¡cuidado! Este remedio puede resultar peligroso al ser difícil cuantificar la dosis necesaria. Si nos excedemos, puede causar una intoxicación, en algunos casos, muy grave.
Contra la acidez, más ácido
Uno de los remedios populares más llamativos consiste en el empleo de zumo de limón, ‘atiborrado’ de ácido cítrico, para combatir la acidez de estómago. ¿Cómo es posible? Pues porque el ácido cítrico, una vez ingerido –inmerso en las rutas metabólicas y procesado– produce, entre otras cosas, CO2. Éste, en presencia de agua –y en el organismo la hay en abundancia– se convierte instantáneamente en carbonato y bicarbonato, el mismo compuesto que tomamos para combatir el ardor de estómago y que es producido por nuestro organismo para contrarrestar la acidez de los jugos gástricos en el estómago.
Aguardiente para regular la regla
Uno de los remedios más populares para aplacar los dolores menstruales es el de tomar aguardiente de canela. Su efecto podría deberse a la acción anestesiante del eugenol –uno de los principios activos presentes en la canela– o incluso al alcohol. Existen otros remedios basados en el empleo de diferentes plantas que supuestamente regulan el ciclo hormonal. Su éxito podría deberse a los esteroles vegetales, de estructura semejante a las hormonas naturales que controlan el ciclo.
La explicación de las propiedades purgantes del aloe vera se encuentra en uno de sus principios activos –la emodina– que actúa como irritante sobre los centros nerviosos del intestino, incrementando los movimientos peristálticos y haciendo que el contenido intestinal ‘fluya’.
No es el único purgante natural. Otros basan su eficacia en su acción lubricante, como el aceite de oliva o la miel. Y está el famoso aceite de ricino, que combina ambos efectos. Aunque también hay soluciones para el caso contrario: la nuez moscada tiene un calmante que reduce los espasmos intestinales.
Provocadas por la acumulación de gases en el intestino, las flatulencias están constituidas por aire, pero también incluyen ciertos gases de origen orgánico como metano o sulfuro de hidrógeno, responsables de causar ese fétido olor. Pero tranquilos, que para el flato también hay remedios populares. Como un poquito de hinojo, que presenta un irritante moderado en su composición, capaz de estimular leves movimientos peristálticos. Suficiente para que haya movimiento pero sin ‘irse por la pata abajo’.