Convencido de que la electricidad era el motor del futuro, Thomas Edison aprovechó su amistad con Henry Ford para persuadirle de la necesidad de desarrollar un coche eléctrico. Aunque se hicieron diferentes ensayos y se destinó una partida presupuestaria, el proyecto no llegó a la cadena de producción. Sí sirvió para que Ford desarrollara los primeros sistemas de iluminación eléctricos y de arranque automático de la historia. Abría así la puerta al Ford T, y con ello a la hegemonía de los coches propulsados por motores de combustión. Eso sí, con los eléctricos siempre dispuestos a realizar un rápido adelantamiento.
Continúa el desafío
La eficiencia energética todavía no estaba entre las prioridades de los fabricantes. El primer coche de la historia, un eléctrico, tenía una batería de usar y tirar. Tuvieron que pasar 50 años para que se comercializaran los primeros acumuladores recargables de la historia. Eran de níquel-cadmio y permitían recorrer 80 km. Hoy, la autonomía y la velocidad punta han mejorado, pero sin que las marcas puedan todavía mostrar la señal del triunfo definitivo.
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