Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, estuvo a punto de perder la mitad de su imperio por un correo electrónico. No se trataba de infidelidades, impuestos o plagio. La denuncia partía del propietario de una empresa de combustible para hogares y chimeneas de Nueva York que aseguraba que en 2003, cuando Zuckerberg era apenas un estudiante, firmó un contrato de prácticas con él en el cual se podía leer que le otorgaba la mitad de sus ganancias futuras. Las pruebas que presento Paul Ceglia, el propietario de la tienda, eran unos correos electrónicos supuestamente escritos por un jovencísimo Mark.
Los representantes del ideólogo de las redes sociales recurrieron a los conocimientos de Gerald McMenamin, experto en lingüística de la Universidad del Estado de California, para demostrar que Zuckerberg no era el autor de esos emails. Basándose en 11 parámetros diferentes (puntuación, gramática, estilo, etc.), McMenamin llegó a la conclusión de que no había sido el entonces estudiante de Harvard quien había escrito esos correos. El caso se desestimó, pero nació la duda: en una era en la que las cartas manuscritas han casi desaparecido, ¿se puede determinar quién es el autor de un correo electrónico, un mensaje de texto o un Whatsapp? Parece que sí, pues después de la grafología, llega la era de el estilismo forense.
A la hora de crear nuevas expresiones para el chat, son las mujeres las más creativas
Lo primero que ves al recibir un Whatsapp o un email es el nombre del contacto o la dirección de correo. Según un trabajo realizado por Mitja Back, de la Universidad de Leipzig, estos datos fueron suficientes para deducir la personalidad de 599 adolescentes. Back les pidió a 100 voluntarios que evaluaran los casi seis centenares de direcciones de correo de estudiantes que previamente habían rellenado un test de personalidad. Los voluntarios, con el único dato de las direcciones de correo, señalaron quienes a su juicio eran narcisistas, amigables, empáticos o neuróticos. Y los resultados coincidieron con los tests de personalidad. La única dificultad que tuvieron los “adivinos” fue señalar quiénes eran extravertidos.
Los emoticonos hablan de ti
Pero no hay problema; para detectar a estos últimos bastaría buscar entre los grupos que invaden las agendas de Whatsapp. Según el psicólogo Juan Antonio Molina, experto en nuevas tecnologías, “los que cuentan con muchos grupos podrían señalar conductas diametralmente opuestas. Por un lado, retratar individuos muy extravertidos… O todo lo contrario, gente muy tímida que suple con este tipo de comunicación la necesidad de relacionarse cara a cara”. Juan Alberto Estallo, psicólogo del Centro Fórum del Hospital del Mar, coincide en este aspecto: “La extraversión puede estar relacionada con la fisiología: una persona cuya corteza cerebral necesita más estímulos externos busca emociones y nuevas relaciones constantemente, algo que, sin embargo, no ocurre con los introvertidos fisiológicos. Esto se confirmó, por ejemplo con los videojuegos: se suponía que quienes más jugaban eran más tímidos, y es justamente lo opuesto”.
Mireia Fernández Ardévol investigadora del Instituto Interdisciplinario de la Universitat Oberta de Catalunya especializada en comunicaciones móviles, economía y sociedad, explica la importancia que adquieren la formación y participación en grupos de Whatsapp para los adolescentes: “Los círculos sociales, formados por amigos y de los que habitualmente se excluye a los padres, ayudan a determinar los gustos y necesidades de los jóvenes. Son el campo donde estos jóvenes experimentan y desarrollan su personalidad”. Para Molina, el uso frecuente de los primeros “refleja una personalidad muy abierta y positiva.
Un software permite detectar, con un 95% de acierto, el autor de un correo electrónico
Por otra parte, aquellos que tienen un dibujo en su perfil, en lugar de una foto, podría decirse que son personas a quienes les gusta preservar su intimidad o que tienen algún complejo”. Una vez abandonada la adolescencia es cuando surge la divergencia entre el perfil femenino y el masculino. Estos últimos se delatan porque envían más mensajes en el trabajo (particularmente a colegas femeninas) y son más vagos… en sus dos acepciones: responden tarde y no son para nada específicos; hablan “del grupo”, “los colegas” “la reunión”, pero difícilmente nombran a nadie. Ellas, en cambio, son más responsables, responden en tiempo y forma, y son las que escriben sobre emociones más a menudo. “También”, agrega Estaló, “son quienes más uso le dan a este tipo de aplicaciones. Y esto es un reflejo de la comunicación física, que el sexo femenino considera primordial”.
Eso sí, si ellas mencionan demasiado el sexo, pueden esconder una personalidad agresiva, según Paul Korey, de la Ball State University.
O peor aún: según se desprende de un estudio elaborado por la Universidad de Winnipeg, quienes envían muchos mensajes, hombres o mujeres, son personas superficiales… y cuantos más envíen, más prejuicios raciales tendrán.
Eres un whatsapp abierto
¿Tan fáciles de leer somos? Si preguntamos a Carol E. Chaski, directora ejecutiva del Instituto para la Evidencia Linguística, lo somos más de lo que pensamos. Chaski ha desarrollado un programa informático que diferencia estructuras gramaticales (en inglés, por ahora) a partir de la posición del sustantivo en una oración o del uso de los verbos, aspectos que son estables en la sintaxis de una persona y no pueden ser autocorregidos por el procesador de texto. El software fue probado en diez voluntarios adultos, entre 18 y 48 años, que escribieron diferentes textos, y detectó, en el 95% de los casos, quién había sido el autor.
Un porcentaje algo menor, entre el 80 y el 90%, fue el que se consiguió con el Support Vector Machine (SVM), otro software creado por Benjamin M. Fung, de la Universidad McGill, y Mourad Debbabi, experto en seguridad informática de la Universidad Concordia.
El SVM analiza cientos de variables linguísticas: la ubicación de los saludos, el uso de símbolos, mayúsculas y si las cifras se escriben con números o letras, para señalar al autor.
Para Sam Gosling, psicólogo social de la Universidad de Texas: “Todo esto demuestra las filtraciones de la personalidad en casi todo lo que hacemos”. Por lo visto, a partir de ahora, también tendremos un ADN linguístico.