Las características distintivas de la enfermedad de Parkinson incluyen la agregación de formas mal plegadas de una proteína neuronal llamada alfa-sinucleína (α-sinucleína) y la muerte selectiva de neuronas que producen dopamina. El trastorno provoca temblores, rigidez, lentitud de movimientos y dificultades con el equilibrio, el habla y la coordinación. No existe cura, y los tratamientos actualmente disponibles no retardan ni detienen la progresión de la enfermedad ni alivian adecuadamente la amplia gama de síntomas en las etapas más avanzadas.
Por lo tanto, cuanto más sepamos sobre esta dolencia, mejor se podrá tratar y más herramientas tendrán los expertos para hallar fármacos adecuados.
De acuerdo con un reciente estudio, publicado en Neuron, la enfermedad de Parkinson puede comenzar en el intestino y propagarse al cerebro a través del nervio vago.
“Dado que este modelo comienza en el intestino, uno puede usarlo para estudiar todo el espectro y las etapas de la patogénesis de la enfermedad de Parkinson – explica el líder del estudio Ted Dawson –. Por ejemplo, uno podría probar terapias preventivas en etapas tempranas pre-sintomáticas de la enfermedad”.
El equipo de Dawson inyectó α-sinucleína en un grupo de fibras musculares de la zona gastrointestinal de un ratón. Las fibras estaban densamente inervadas por el nervio vago.
Un mes después de la inyección, los investigadores observaron que la α-sinucleína se había diseminado al núcleo motor dorsal del vago, ubicado en la parte más baja del tronco cerebral; en tres meses, se había extendido por el tronco cerebral al locus cerúleo, a la amígdala, el hipotálamo y a la corteza prefrontal. A los siete meses, la α-sinucleína patológica se había extendido a regiones adicionales del cerebro, como el hipocampo, el cuerpo estriado y el bulbo olfatorio.
En este momento, también hubo una pérdida significativa de neuronas productoras de dopamina en el sistema nervioso central. Además de las deficiencias motoras, los ratones que recibieron las inyecciones desarrollaron signos de depresión y ansiedad, disfunción olfatoria y deficiencias cognitivas que afectan el aprendizaje espacial y la memoria, el reconocimiento de nuevos objetos, la memoria del miedo y la memoria funcional. La transmisión de la proteína y los efectos resultantes, no se produjeron en ratones cuyo nervio vago había sido seccionado.
“Pese a este resultado – indica Dawson – los pacientes no deben llega a la conclusión de que la solución contra el Parkinson es una vagotomía, como terapia preventiva para la enfermedad de Parkinson. Si pudiéramos encontrar el principal factor de iniciación en el intestino, entonces podríamos atacar esto en un futuro estudio y demostrar que previene la enfermedad de Parkinson”.
En el futuro, el equipo de Dawson analizará si estos hallazgos se extienden a primates no humanos e investigará más a fondo los mecanismos subyacentes a la propagación de la α-sinucleína patológica desde el intestino al cerebro. También buscarán biomarcadores gastrointestinales potenciales asociados con estadios pre-sintomáticos de la enfermedad y probarán posibles intervenciones terapéuticas.
Juan Scaliter