Este devastador sacrificio tuvo lugar en Perú alrededor del año 1450, tras una fuerte época de lluvias torrenciales que provocaron graves inundaciones y corrimientos de tierra. Por esos años (cuando ni siquiera Colón había pisado tierras americanas), la antigua cultura Chimú residía en la zona y entre sus ritos estaba el sacrificio humano y animal como ofrenda a los dioses. Pero en esta ocasión, se les fue de las manos…

Cerca de 140 niños fueron asesinados y enterrados junto a los restos de 200 llamas. Para uno de los líderes de esta excavación, el profesor del departamento de Antropología de la Universidad Tulane de Nueva Orleans, John Verano, «es el sacrificio infantil más grande en la historia de la arqueología, algo que jamás había sido descrito en el mundo. Además, también se trata del mayor sacrificio de llamas en todo Sudamérica. No hay nada parecido en ningún sitio».

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John Verano

El asentamiento funerario fue descubierto en 2011. El líder del estudio, Gabriel Prieto, un profesor asistente en arqueología de la Universidad Nacional de Trujillo, recibió la visita de un padre que aseguraba que su hijo no hacía más que traerle huesos de una duna cercana a su casa. Cuando se acercó hasta allí, descubrió que el yacimiento era de vital importancia y desde entonces ha estado trabajando en él junto a su equipo, al que el profesor Verano se unió en 2014. El yacimiento en cuestión pasó a llamarse Huanchaquito-Las Llamas.

El origen del sacrificio

Las principales evidencias muestran fuertes marcas de cortes en la zona del esternón, incluso con costillas rotas o desplazadas en todos los restos óseos de niños y llamas, lo que hace pensar que los cuerpos fueron abiertos, lo más probable, para arrancarles el corazón. Por los estudios realizados sobre los huesos y los dientes humanos, los niños tendrían entre 5 y 14 años cuando fallecieron, y gozaban de un buen estado de salud.

Los jóvenes estaban envueltos en telas de algodón y enterrados boca arriba con las piernas extendidas o flexionadas (especialmente los mayores), o de lado con las piernas flexionadas. Muchos de ellos fueron sepultados en grupos de 3 y colocados por orden de edad. Además, se han encontrado restos de cinabrio rojo, una forma natural de mercurio, lo que hace pensar que presentaban dibujos en sus cuerpos cuando fueron enterrados (como parte del ritual). Los restos de las llamas, por su parte, se han encontrado a un lado de los niños o encima de ellos. En este caso, resulta curioso que si dos animales de diferente color se enterraban juntos, estos miraban cada uno hacia un lado, nunca en la misma dirección.

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John Verano

Pero, ¿qué sucedió? Es difícil pensar la razón exacta del sacrificio, pero se cree que las lluvias torrenciales provocadas por El Niño, ya hacían de las suyas por la época, por lo que quizá se trató de un ritual para mitigarlas de alguna manera. Entre el siglo XI y el XV, la cultura Chimú vivía de la agricultura, por lo que unas graves inundaciones que acabasen con sus cosechas podrían tomarse como un castigo de algún dios superior. De ahí que quizá vieran en esta forma de sacrificio la manera de redimirse del mal que les había acaecido. Además, antiguamente, los niños eran vistos como personas inocentes que aún no se habían ganado su puesto en la sociedad, por lo que eran un regalo apropiado para los dioses.

Podéis leer más conclusiones del estudio en PLOS ONE.

Alberto Pascual García