Seguro que recuerdas a Dolly, aquella bola de lana que pasó a la posteridad por ser la primera oveja clonada… Pues bien, ¿te imaginas comerte sus chuletillas? ¿O tomar un queso elaborado a partir de su leche? Si te da un poco de repelús, ya puedes ir cambiando el chip, porque lo cierto es que la posibilidad de que terminemos zampándonos un bistec, un estofado o un chorizo de clon es menos remota de lo que pudieras sospechar. De momento, para abrir boca, lo que sí puedes ingerir es la carne y la leche de las crías de vacas, cabras y cerdos clonados. Para hacerlo, solo tienes que irte a Estados Unidos, donde el pasado mes de enero, la FDA –tras seis años de moratoria e intensos estudios–, dio finalmente luz verde a la comercialización de este tipo de productos. En un informe de cerca de mil páginas, este organismo concluye: “No hay evidencia alguna que sugiera que el consumo de la carne o la leche procedente de animales clonados entrañe riesgo para la salud”. Ni siquiera considera necesario un etiquetado especial que informe al consumidor de su origen. Pero recomienda que, por el momento, los clones no entren en la cadena alimentaria: solo puede hacerlo su descendencia.
Redacción QUO