Acaban de darme el alta en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Me acuerdo ahora de las noticias de este verano pasado que contaban lo «peligrosa» que es esta operación. Yo soy un ejemplo de que no lo es: en seis días he pasado del quirófano a mi casa.
Lo peor de volver a casa va a ser acostumbrarme a oler las comidas de mi madre y no poder catarlas. Sigo con la lactancia feliz: cada dos horas me tomo un biberón con un batido. Espero que tenga tantos beneficios como para los bebés. La única diferencia con ellos es que yo puedo elegir el sabor del batido: de fresa, vainilla o chocolate… ¡A que has pensado: uhmmmmm qué rico! Bueno, el sabor no es exactamente lo más parecido a la fresa, la vainilla o el chocolate. Es algo indefinido que recuerda a un medicamento. La verdad es que preferiría tomarme una cerveza, que es más diurética.
Redacción QUO