Tenemos un efectivo reloj interno que se encarga de regular nuestros períodos de sueño y de sincronizar numerosos procesos biológicos con nuestro entorno. Y cada persona tiene su propio cronotipo, que hace a algunas más activas por la mañana y ayudan a otras a rendir más por la tarde. Este cronotipo está íntimamente ligado a la exposición a la luz, a los ciclos de amanecer y anochecer. Si tu reloj biológico y el reloj social pierden el compás, cuidado. Estás a punto de experimentar jet lag social, un síndrome recientemente descrito que se caracteriza por una falta de sueño crónica que afecta fundamentalmente a los días laborables.
El problema es que respetar tu cronotipo no es una prioridad cuando tienes que coger un autobús antes de que amanezca si quieres llegar a tiempo al trabajo, cuando tu jefe te pide que hagas horas extra hasta entrada la noche, cuando comes mientras vas de una reunión a otra para aprovechar hasta el último minuto del día… El jet lag social es el precio que hay que pagar por seguir los horarios frenéticos que impone la sociedad, desligados de los ciclos del día y la noche.
Lo malo es que los efectos de este esfuerzo no desaparecen echando largas siestas los domingos ni atrasando el momento de despertarnos los fines de semana, aunque lo parezca. El desencuentro entre el reloj biológico y los horarios de los quehaceres cotidianos puede empujar al consumo de sustancias estimulantes para vencer el sueño y de otras relajantes para conciliarlo. También parece ser un factor más que contribuye a la obesidad, según un estudio epidemiológico del investigador de la Universidad de Múnich Till Roenneberg que ha publicado este año la revista especializada Current Biology.
Roenneberg lleva 10 años recopilando una base datos para lo suficientemente grande como para hacer un mapa mundial del sueño. Ya tiene datos de la altura, el peso y los patrones de sueño de los participantes, y avisa de que cada vez dormimos “menos y menos a causa de la discrepancia creciente entre lo que el reloj corporal nos dice y lo que nos dice el jefe”. Y alarma de que “más allá de la duración del sueño, el jet lag social está asociado al incremento del índice de masa corporal”.
Su estudio del tema está aportando datos que ponen en la picota no solo pequeñas costumbres como los cambios de hora sino todo nuestro estilo de vida. “Levantarnos con la alarma de un reloj es una faceta relativamente nueva en nuestras vidas. Significa que sencillamente no hemos dormido suficiente y esa es la razón por la que tenemos cansancio crónico”, concluye. Así que conseguir disfrutar de un sueño bien largo y reparador no es un lujo, ni una pérdida de tiempo. Y es mucho más que una garantía de aumentar el rendimiento laboral. Más bien, parece ser un asunto de primer orden para la salud, de esos que vale la pena tener en cuenta.
Andrés Masa Negreira