Aunque aún no hemos topado con un problema así, Paul Root Wolpe, asesor de bioética para la NASA y director del Centro de Ética de la Universidad de Emory, podría tener que enfrentarse un día a algo similar. Debe tenerse en cuenta que su opinión sobre futuros escenarios no coincide necesariamente con la de la agencia espacial.
«Puedo decir con total certeza que si un astronauta muriese en una breve misión a la Luna, el aparato giraría sobre sus pasos y volvería a la Tierra«. Pero la cosa se complica en Marte, incluso a medio camino: cualquier posibilidad de volver sería probablemente imposible.
El peor escenario
«Realmente solo hay dos opciones para el cuerpo: dejarlo allí, o traerlo de vuelta. Mi opinión es que la NASA haría cualquier esfuerzo razonable para conseguir lo segundo. Devolver el cuerpo sería muy importante para los otros miembros de la tripulación, que habrían forjado un estrecho vínculo entre ellos durante tres años de misión.» Aunque los astronautas seleccionados tendrían suficiente presencia de ánimo como para no estremecerse ante la posibilidad de volver con un cadáver, quizá necesitarían apoyo psicológico en ruta. Además, cuando alguien muere, su cuerpo pertenece legalmente a sus familiares más allegados, que querrán hacerse cargo del mismo. Sin duda, la NASA tendría en consideración tal deseo.
Las causas de la muerte pueden ser un factor importante en la decisión. Si el astronauta ha muerto cayendo por un cañón, recuperar el cadáver podría suponer un riesgo para el resto de la tripulación. Existe además la remota posibilidad de que su traje haya sufrido daños y pueda quedar infectado por algún organismo letal que podría contagiar a los demás, incluidos los habitantes de la Tierra. No hay evidencia de la existencia de tales organismos en Marte, pero hay que tener en cuenta la eventualidad. «Sin una forma de frenar su avance, deberíamos dejar allí el cuerpo, pero esto a su vez abriría la posibilidad de contaminar Marte».
Redacción QUO