Hasta el año 2010, los golpes en la cabeza eran una herramienta más en el fútbol americano. Pero entonces, una investigación realizada por Dr. Bennet Omalu, un neuropatologista nigeriano cuya vida es el hilo central de la película protagonizada por Will Smith La verdad duele (Concussion), se convirtió en un escándalo al descubrir que las contusiones cerebrales ocasionadas durante el partido tenían graves consecuencias. Omalu, anunció que existía una enfermedad degenerativa (traumatismo craneoencefálico crónico) que afectaba solo a los jugadores de fútbol americano y que estaba teniendo graves consecuencias en profesionales jubilados o retirados.
El estudio del médico nigeriano causó tal revuelo que la NFl se vio obligada a cambiar el reglamento en 2010. Fue el momento en el que ilegalizaron los golpes directos en la cabeza. Además, se sugirió que los cambios efectuados durante el partido debían proteger a los jugadores en posiciones y situaciones más vulnerables durante el juego para evitar, en la medida de lo posible, recibir este tipo de impacto que puede tener como consecuencia una contusión cerebral.
Pero, a pesar de las medidas tomadas, la temporada pasada hubo 271 contusiones cerebrales. La cifra más elevada desde 2011. Las cifras de este año aún no se han revelado, pero hemos conocido algunos casos que, por su crudeza, no han pasado desapercibidos. Uno de los peores golpes se lo llevó Antonio Brown el pasado mes de enero en un partido de desempate entre Cincinnati Bengals y los Pittsburgh Steelers, que ha sido descrito como uno de los juegos más sucios de toda la temporada. Aquí podéis ver el fatídico golpe en la cabeza:
Duele con solo verlo. Burfict chocó contra el lado izquierdo de la cabeza de Brown, pero después hubo un giro hacia arriba y hacia la derecha. Según explica Popular Science, ese tipo de traumatismo es de los peores que se pueden sufrir.
¿Qué sucede en el cerebro de un jugador de fútbol americano durante una contusión?
«Imagínese el cerebro como un plato de espaguetis grises que de repente es lanzado fuera del avión» explican en Popular Science. Una explicación que resulta bastante clara de imaginar. «Esos fideos se extenderían. Algunos se partirían a consecuencia de la presión, mientras que otros se doblarían de tal forma que podría dañar las neuronas».
El de Brown no ha sido el único caso de este año. Lo peor, es que todos los traumatismos de este tipo dejan algún tipo de secuela. Algunas de ellas son: capacidad para almacenar recuerdos o generar nuevos, problemas de autocontrol, confusión, amnesia… los más graves pueden acabar en coma o incluso en la muerte.
Fuente: popsci.com
Redacción QUO