«Camarero: una leche dorada y una ración de churros». Al parecer esto es lo que se lleva ahora entre los occidentales más hipsters y urbanitas. Pero, ¿de dónde ha salido esta bebida y cómo ha llegado a instalarse en nuestras vidas? Para encontrar sus orígenes hay que viajar 10.000 kilómetros, concretamente hasta la India, donde esta planta herbácea de la familia de las zingiberáceas fue utilizada por primera vez entre los años 610 a. C. y el 320 a. C. Los nativos piensan que sirve para curar absolutamente todo, desde una depresión hasta el cáncer.
Entonces fue empleada como colorante para la lana, pero a lo largo de la historia ha sido usada para teñir un amplio número de tejidos distintos. Además, también es una de las especias más recurrentes en la gastronomía hindú y que nosotros podríamos utilizar sin riesgos para dar color a nuestra vanagloriada paella. También ha sido usada por los locales como colutorio para hacer gárgaras. Pero lo cierto es que, aunque la planta ha estado presente desde hace siglos, la búsqueda en Google de la cúrcuma se ha incrementado en un 300% en los últimos cinco años.
¿Por qué? Una de las razones podría ser la popularización de sus supuestas bondades. A pesar de que aún no existen estudios científicos que ratifiquen esto, se le atribuyen beneficios para la salud y propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. Afirman que puede regular el metabolismo, reforzar el sistema inmunitario y retrasar el daño hepático purificando el hígado. La especia, que forma parte de la familia del jengibre, se ha utilizado durante más de 5.000 años como hierba medicinal y aromatizante. Referencias de los sistemas de medicina tradicionales hindús de antaño (como el Ayurveda, el Unani o Siddha) recomiendan tomar la cúrcuma en una infusión realizada con leche para bajar inflamaciones, remitir los síntomas de una depresión o ayudar a mejorar la calidad del sueño. Hasta ahora, lo único que han podido demostrar algunos estudios es que la curcumina, un compuesto químico activo que se encuentra en la cúrcuma, tiene algunas propiedades contra el cáncer, aunque lo cierto es que ninguna investigación ha podido confirmar que tenga la propiedad de curar o detener su propagación.
Pero lo cierto es que esta no es la auténtica razón de su éxito. Este se lo debe a los hipster y urbanitas, que han puesto esta bebida de moda al igual que hicieron en su día con los muffins o los cafés en vasos de cartón blanco. Aunque parece que ha entrado directa en nuestra sociedad en la categoría de ‘bebidas milagrosas’, los locales reconocen que el sabor no está ligado a una experiencia agradable, sino más bien al que se toma un jarabe con sutiles notas de fármaco.
Fuente: qz.com
Redacción QUO