Alemania ha encontrado un culpable de la muerte de tres personas por una infección causa por la bacteria Escherichia coli: el pepino blanco español. La ministra de Sanidad de Hamburgo, Cornelia Prüfer-Storks, ha explicado que los científicos han encontrado evidencias de que el foco de la infección son tres pepinos importados de España, y un cuarto, de origen desconocido está pendiente de análisis en el Instituto de Higiene de Hamburgo. Aunque el causante de la infección hayan sido los pepinos españoles, la contaminación es posible que se produjera en Alemania, según ha reconocido la portavoz de Sanidad y Consumo del Ejecutivo comunitario, Frédiric Vincente: «pudo darse en el transporte o en la distribución a tiendas en la propia Alemania».

La bactería llega a las verduras normalmente a través del estiércol líquido con el que se abonan los campos. La Escherichia coli es frecuente en el intestino del ganado bovino y porcino. A través de las heces pasa a las verduras y de estas a las personas afectadas. La otra opción es que lo hiciera a través de la carne, “pero esta es más improbable dado que la bacteria muere a temperaturas de más de 60 grados, un nivel que suele superarse cuando se cocina”, explica Juan José Picazo, jefe de Microbiología Clínica del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.

La bacteria Escherichia coli, la misma que provoca la diarrea del viajero que han sufrido tantos turistas, es frecuente en el intestino humano, aunque la causante de las muertes sería una mutación muy poco frecuente: la 0104H4. Seiscientas personas han sufrido sus efectos y más de cuarenta han tenido que ser hospitalizadas por sufrir diarreas sangrantes. El problema con el que se encuentran los especialistas es que, además de ser asesina, la infección es difícil de atajar ya que la bacteria es resistente a la mayoría de los antibióticos.

Mientras se aclaran las causas, el temor que ha cundido en Alemania ha llevado a algunos a preguntarse si es posible que la infección llegue a extenderse, dentro y fuera del país, como si fuera una gripe. Lo cierto es que es prácticamente imposible porque la bacteria solo podría transmitirse por contacto con las heces de una persona infectada.

A la ineficacia de la mayoría de los antibióticos para atajar la enfermedad se une un segundo problema: cuando las bacterias mueren, liberan las toxinas que contienen. Así que el remedio convencional contra las infecciones, acabar con el agente que la causa, en este caso es casi tan malo como la propia infección. «Estas toxinas obstruyen los capilares más pequeños y provocan falta de oxígeno en el riñón, entre otros síntomas, lo que da lugar a un síndrome urémico por el que el riñón deja de funcionar con normalidad», señala Juan José Picazo. Los casos más graves registrados en Alemania han sufrido este síndrome que, en muchos casos, deja lesiones irreversibles.

Redacción QUO