El pasado 8 de enero, Einz Sahatorn, una niña tailandesa de dos años, fue desconectada de la máquina que la mantenía con vida en un hospital de Bangkog. La pequeña padecía un pendimoblastoma, una extraña especie de cáncer que afecta a los más jóvenes y que se extendió por su cerebro. Aunque gracias a los tratamientos, Einz logró sobrevivir un año, más que la media de los pacientes, llegó el momento de enfrentarse al fatal desenlace.
Pero sus padres no quisieron resignarse. Por eso, el cuerpo de la niña se encuentra ahora criogenizado en una clínica de la Fundación Aol en Arizona, Estados Unidos. Se ha convertido así en la persona más joven en someterse a esta técnica que trata de preservar el cuerpo con vistas a una futura e hipotética curación. Antes, el título de la paciente criogenizada más joven lo enía una mujer de veintiún años, y el de más edad, un hombre de 103.
El caso ha reavivado la polémica en torno a la «terapia» de criogenización, y numerosas voces han vuelto a insistir en que pretender revivir en el futuro a una persona fallecida es algo que entra de lleno en la pura ciencia ficción.
Redacción QUO