“Fíjate si es malo trabajar, que nos tienen que pagar por ello”, fue una frase que popularizó el cantautor argentino Facundo Cabral. Y aunque se trataba de una ironía, hay algo de cierto en ella. Porque el exceso de trabajo puede llegar a provocar la muerte.
Es algo que saben muy bien en Japón, donde se contabilizan unas trescientas muertes anuales por esta causa. De hecho, a este síndrome lo han bautizado con el nombre de karoshi. El primer caso se reportó en 1969, pero en las décadas posteriores el fenómeno no hizo más que crecer. A partir de la crisis económica que sufrió el país nipón en 1990, los trabajadores comenzaron cada vez a hacer más horas extras por miedo a perder sus empleos, llegando incluso al punto de que muchos renunciaban a sus vacaciones. Y otros llegaban a acumular una media de cien horas extras en un mes.
La consecuencia es que la sobrecarga de trabajo, más el estrés y el cansancio acumulado día tras día, acaban creando una bomba letal que, a veces, estalla en forma de paros cardíacos y derrames cerebrales. Por ese motivo, el gobierno nipón ha puesto en marcha una serie de medidas para tratar de concienciar a la población de que no trabajen hasta esos límites extenuantes.
Pero, aunque el fenómeno sea especialmente alarmante en Japón, no es exclusivo de ese país. En agosto de 2013 nos conmocionó la noticia de un becario que falleció en la sucursal londinense del Bank of América, tras trabajar durante setenta y dos horas seguidas. Y China podría incluso superar a Japón, ya que según reveló en 2014 China Youth Daily, el periódico oficial de las juventudes comunistas, en ese país morirían al año unas seiscientas mil personas por causas relacionadas con el trabajo excesivo. Hay que decir que la cifra parece exagerada pero, aunque en realidad solo se trate de la mitad (o incluso de la cuarta parte), ya resultaría sumamente preocupante.
En nuestro país aún no se ha registrado oficialmente ningún caso de karoshi aunque, según un informe de la Organización Mundial del trabajo, el 8% de nuestros compatriotas dedica más de doce horas diarias a cuestiones laborales.
Vicente Fernández López