Hay muchos descubrimientos accidentales vinculados a la ciencia, desde la penicilina o el viagra, hasta el teflón, la vulcanización del caucho o el velcro y los rayos X. Si bien la sorpresa entre los responsables de tales hallazgos debió ser mayúscula, el susto de un grupo de científicos de la Universidad Federal de Santa María, debió ser de similar envergadura.
Mientras buscaban tarántulas en el sur del país sudamericano, investigadores liderados por Leandro Malta Borges, descubrieron uno de estos arácnidos devorando una serpiente Erythrolamprus almadensis, un comportamiento que si bien se había observado en especies en cautiverio (una tarántula gigante, Theraphosa blondi, alimentándose de una víbora), jamás se había visto en ejemplares en libertad.
La tarántula responsable de esta “proeza” es una Grammostola quirogai, descripta en 2015, y que tiene el tamaño de la mano de una persona adulta aproximadamente.
“Que una serpiente tan grande, en comparación con la araña, fuera la víctima es algo muy sorprendente – señala Borges – . Hay informes de arañas que se alimentan de serpientes, como la viuda negra, que tiene una fuerte toxina y que utiliza una telaraña para capturar a sus víctimas, pero las tarántulas no tejen telarañas”.
Las conclusiones de Borges, publicadas en el Herpetology Notes, señalan que lo más probable es que la serpiente simplemente tuviera la mala suerte de acercarse al nido de la araña y que esta e clavara sus colmillos que pueden medir hasta dos centímetros. Desafortunadamente, al ser una especie descripta hace muy poco, se desconocen las propiedades del veneno de esta araña.
Juan Scaliter