Entre 170 y 150 millones de años atrás, un pequeño grupo de dinosaurios comenzó a mirar al cielo con la firme intención de alzar vuelo. De ellos evolucionaron las aves actuales. Durante mucho tiempo se ha considerado al vuelo propulsado (es decir, el aleteo activo que genera empuje, en contraposición al planeo), como parte de un recorrido evolutivo en el que la selección natural refinó progresivamente a un subgrupo de dinosaurios hasta convertirlos en “pilotos”. Sin embargo, un grupo de científicos liderados por Stephen L. Brusatte, han descubierto una historia no tan lineal pero definitivamente más interesante. De acuerdo con los resultados, publicados en Science, el desarrollo del vuelo fue caótico: diferentes dinosaurios experimentaban con distintos comportamientos en vuelos, diseños aerodinámicos y plumas, hasta que finalmente sólo sobrevivieron las aves modernas.
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Las plumas, por ejemplo, emergieron como filamentos similares a los cabellos, que los primeros dinosaurios adquirieron, muy probablemente, como aislamiento térmico, camuflaje o con propósitos estéticos. Aún así, los autores del estudio destacan que el desarrollo de plumas no es necesariamente un indicador de qué dinosaurios podían volar. Algo similar ocurre con el diseño de las alas. Los resultados apoyan la hipótesis de que estas se desarrollaron por razones no voladoras (tales como exhibición o la incubación de huevos) y que su evolución temprana no fue moldeada por la selección para el aleteo. Sólo mucho más tarde, al parecer, un subgrupo de paravaves desarrolló la combinación correcta de tamaño corporal pequeño, alas grandes y otros rasgos anatómicos que lanzaron a algunas especies en vuelo propulsado.
Juan Scaliter