En estas fechas solamente los eremitas (si es que aún queda alguno) están fuera del alcance de los villancicos. Clásicos o modernos, con letra o en versión instrumental, estas piezas de música navideña suenan de forma incesante en grandes avenidas, centros comerciales, estaciones, hilos musicales… En teoría, se trata de una música alegre cuya finalidad es incentivar el optimismo pero, pasado cierto punto, el efecto que producen puede ser totalmente opuesto.
Así lo asegura la especialista Linda Blair, miembro de la British Psychological Society, quien explica que la música navideña puede provocar estrés. Pero, ¿por qué motivo? Pues porque actúa como un recordatorio de que tenemos que hacer las compras típicas de estas fiestas, atender a los compromisos familiares, y a todos esos eventos sociales que en estas fechas resultan poco menos que ineludibles. Además, según la experta, el volumen al que suenan estos temas en los lugares públicos no suele ser precisamente bajo, lo que contribuye a aumentar la sensación de angustia e irritación en las personas.
Para el ciudadano común siempre queda la opción de marcharse de ese centro comercial o de esa calle si no quiere seguir escuchando dicha música. Pero los empleados que trabajan en esos lugares no tienen tanta suerte, y están condenados a escuchar esa música hasta el final de su jornada laboral. Según la especialista, el efecto de tener que escuchar Ginger Bells o cualquier otro tema unos diez veces al día puede ser realmente frustrante.
Blair explica que los trabajadores en dicha situación acaban sufriendo lo que se conoce como indefensión aprendida, que es la condición psicológica que padecen las personas que se enfrentan a situaciones molestas ante las que no peueden hacer nada. Algunos estudios han vinculado este síndrome con la depresión y con varios trastornos mentales.
Vicente Fernández López