Animales como el de la imagen nos brindan la oportunidad de estudiar cómo se produce el nacimiento de una nueva especie. El ejemplar es uno de los llamados cocodrilos naranjas de Gabón. Estos singulares animales fueron descubiertos en 2008 en el interior de una caverna del país africano. Solo se han hallado unos treinta ejemplares, pero se sospecha que puede haber más en otras cuevas conectadas a esa.
Son más pequeños que los cocodrilos normales, por lo que se les podría considerar enanos, y se alimentan de murciélados. Cuando aún no han alcanzado su tamaño máximo, son capaces de slair al exterior a través de pequeñas hendiduras. Pero al llegar a la edad adulta, pasan el resto de sus vidas confinados en el interior de la caverna. Cómo llegaron hasta allí, sigue siendo un misterio. Y tampoco se sabe aún en qué lugares se aparean ni dónde depositan sus huevos.
Peor lo que más llama la atención de estos ejemplares, es su color naranja. Se debe a una reacción química producida en su piel por los excrementos de murciélago que se acumulan en su hábitat. Aunque lo más sorprendente de todo, es que los investigadores han descubierto que estos cocodrilos carecen de un haplotipo (conjunto de variedade sgenéticas heredadas) que si poseen el resto de ejemplares de esta especie. Eso significa que estos animales están inciando un proceso de mutación que puede llevarles a convertirse en una especie totalmente diferente.
Hay que señalar, además, que cocodrilos como estos no han sido encontrados en ningún otro lugar del mundo.
Vicente Fernández López