Dragon Vent... Un nombre evocador y muy apropiado para bautizar la expedición que se ha aventurado a explorar uno de los rincones más inaccesibles de nuestro planeta: las profundidades abisales. El biólogo John Copley, de la Universidad de Southampton, lideró al equipo de especialistas que en 2011 se sumergió a profundidades cercanas a los 2.700 m en las aguas del océano Índico y descubrió un ecosistema totalmente insospechado hasta ahora.

En total, los investigadores encontraron diecisiete especies submarinas, que incluían desde cangrejos yeti a caracoles con conchas de hierro, y de las cuales al menos la mitad eran desconocidas para la ciencia.
Estos seres son supervivientes natos desde hace milenios, que a través de los siglos se han aclimatado a vivir en un medio hostil: un fondo marino plagado de grietas y fumarolas de origen volcánico, y sometido a presiones y temperaturas extremas.

Las conclusiones de esta investigación son espectaculares por muchos motivos. Uno de ellos, y no precisamente el menor, es la extraña belleza de las criaturas ahora descubiertas. Pero también por las implicaciones que estos hallazgos tienen para el estudio de nuestro medio ambiente. El hecho de que Copley descubriera en las profundidades del Índico una variedad de cangrejo yeti que siempre había sido situada en la Antártida, podría ser una señal de que el cambio climático está desplazando a muchas especies de su hábitat natural. “¿O tal vez no?”, aseguran otros especialistas rivales. La solución al enigma tal vez esté en el abismo.

La cirrina

Stauroteuthis syrtensis. Es un cefalópodo que vive a más de 2.000 m de profundidad. Con los brazos extendidos mide 5 m, y sus ventosas emiten una luz verde fosforescente.

Gambas abisales

Phronima sp. Viven a 5.000 m soportando presiones extremas. Lo consiguen gracias a que no tienen cavidad de aire, por lo que no hay diferencia de presión entre su interior y el exterior.

Gusano descerebrado

Enteropneust fucsia .Fue descubierto en las simas del Índico junto a otras dos variedades de colores blanco y púrpura. No tiene cerebro, ni ojos, ni órganos sensitivos.

Hidromedusa

Aunque los ejemplares que solemos ver en superficie son transparentes, los que anidan en aguas muy profundas, como esta especie (Crossota sp), son de vivos colores.

Percebes con tallo

Pedunculata.Viven a casi 3.000 metros de profundidad, y en ellos anida una bacteria filamentosa que a su vez les sirve de alimento.

El “robocop” del fondo marino.

Crysomallon squamiferum. La concha de este caracol se divide en tres capas, formadas por distintos materiales: la exterior es de sulfuro de hiero, la del medio es de material orgánico y la interior está hecha de cal. Es tan resistente que la Marina de EEUU se ha inspirando en ella para fabricar nuevos blindajes.

Cangrejo yeti

Kiwa hirsuta.Llamado así por el color blanco de sus abundantes sedas. Vive en las fosas del Pacífico, a 2.228 m de profundidad, y se cree que en sus sedas cultiva colonias de bacterias de las que se alimenta.

La estrella abisal

Ophiuroidea. Tras su aspecto inocente, es un depredador voraz que atrapa a sus presas en una red de mucus que se forma sobre las espinas de sus brazos.

El pariente rosa

Enteropneust blanco. Este gusano es pariente del de color fucsia. En su parte inferior tiene unos apósitos similares a alas que le ayudan a moverse, y segrega un compuesto de bromuro cuyo olor repele a los depredadores.

Comiendo chapapote

Estos gusanos marinos polinoideos (Polychaetae) tienen el cuerpo cubierto de escamas y comen casi de todo. Un ejemplar capturado había ingerido incluso restos de crudo.

La anguila tijera

Nemichthys sp. Recibe este nombre por la forma de su alargada mandíbula. Con los años, la parte superior de este apéndice se va acortando, mientras que la inferior conserva sus medidas.

El cangrejo rey

Neolithodes sp. Es una especie invasora cuyas pinzas pueden llegar a medir hasta un metro de largo.