En 1958, un albañil sevillano llamado Alonso Hinojo del Pino descubrió, mientras trabajaba, un brazalete de oro al que le faltaba un eslabón. El trabajador y sus compañeros siguieron excavando, tratando de encontrar la pieza que faltaba, y lo que hallaron fue un cofre que contenía otras muchas piezas de oro.
Aquel hallazgo fue bautizado como el nombre de El Tesoro de El Carambolo, y siempre ha estado ligado con la mítica ciudad de Tartesos. Aunque, posteriormente, algunos pseudoinvestigadores especularon con que en realidad aquellos artefactos podían proceder de la Atlántida. Otras teorías más sensatas especulaban con que fuera de origen fenicio.
Pero, ahora, un nuevo estudio cuyos resultados se han publicado en Journal of Archeological Science, ha resuelto el misterio. Y el resultado es que, por supuesto, no era de la Atlántida, pero tampoco de Tartesos ni de procedencia fenicia. Los investigadores han datado su antigüedad en torno al siglo III antes de Cristo, y han encontrado similitudes geológicas con otras piezas de oro labradas en la península ibérica en aquellos tiempos. Lo que implica que sus creadores fueron mineros íberos del sur de España.
Fuente: IFL Science.
Vicente Fernández López